
Puestos a apuntar algo característico del demonio, podríamos decir que tiene una gran “virtud”: es un trabajador infatigable. No se cansa nunca y bien que se preocupa de hacer su trabajo a conciencia. ¿Y cómo lo lleva a cabo? Hay en él una actividad que es más ordinaria y que todos sufrimos: evidentemente las tentaciones. Pero hay otra actividad más de “especialista” y es su acción extraordinaria.
Al acercarnos a esta compleja realidad de la acción extraordinaria del demonio sobre las personas (los animales y los lugares), nos acercamos al complejo tema del mal en el mundo y en el hombre. No es una cuestión tan marginal como pudiera parecer. La Sagrada Escritura está llena de esa realidad misteriosa del mal, del malo, que hace preguntarse al hombre, que intenta encontrar una explicación a las situaciones adversas. Indagando en los libros de la Biblia, podríamos remontarnos desde el sufrimiento del pueblo de Dios en la esclavitud de Egipto, hasta el nepotismo de Antíoco III Epífanes intentando helenizar al pueblo para hacerle olvidar sus tradiciones… hasta el ejemplo más conocido de la acción directa del demonio: el libro de Job.
La respuesta a todas esas preguntas sobre el mal, su origen y sus consecuencias, la da San Pablo, y de una manera clara, en su carta a los Romanos: es el pecado el que introduce el mal en el mundo. Pero esta explicación, a diferencia de otras concepciones religiosas, no implica que el mal sea un principio que esté a la misma altura que el bien. Porque Dios es el sumo Bien y el mal, explica san Agustín, no es sino la carencia de bien. El demonio no es un dios malo, sino un ser angélico, creado por Dios, que se hizo malo por su pecado, tal y como lo define el Concilio IV de Letrán.
La Sagrada Escritura nos explica los acontecimientos humanos a la luz de un plan divino de salvación y, en ese plan, aparece el mal como instrumento para la salvación de los hombres, ya que, sin dejar de ser mal, es aprovechado por la sabiduría divina para sacar de él un bien mayor. Así es como Cristo acepta la Cruz, que no deja de ser un medio de tortura hasta una muerte ignominiosa, para convertirlo, con su entrega, en instrumento para la salvación de la humanidad.
Dentro de este contexto, y siempre iluminado por la Cruz de Cristo, nos acercamos a esta realidad misteriosa: la acción extraordinaria del demonio en las personas. El “malo”, el causante del mal sólo busca nuestro sufrimiento. En su oposición a Dios, quiere herir al hombre, creado a su imagen y semejanza. Adentrarse en el por qué de esta Acción Extraordinaria no deja de ser complejo. La única explicación posible es situarla dentro de la permisión de la Providencia divina, y considerarla, asimismo, un misterio que sólo se esclarecerá al final.
¿Qué hay dentro de toda persona que es atacada de esa forma extraordinaria por el demonio? Sufrimiento. Un sufrimiento que se vive de maneras diversas, dependiendo de las causas y de la vida de fe de la persona que lo padece. Pero al mismo tiempo, el que es atacado de manera extraordinaria por el enemigo, también puede experimentar en su vida una mayor cercanía de Dios. Dios, no podemos olvidarlo, se hace presente de una forma más clara en la vida de quien más lo necesita.
En el próximo número, continuaremos explayándonos en profundidad sobre este tema.
Fuente:
omnesmag.com

Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde España
Alfredo Musante
-Este artículo esta publicado en el Dossier “Navarra Preludio” número 3 que integra el boletín digital, número 39, que corresponde al mes de Febrero de 2023.