
Hoy se tiende a distinguir entre cuatro “categorías”: vejado, obseso, poseso, e infestado (en este caso aludiendo a un lugar). Aunque no hay verdaderos límites entre unas características y otras, ya que pueden darse varias a la vez.
- Posesión
Es la acción de un espíritu que ejerce, en el momento de crisis, un control despótico, que le hace moverse, hablar… Se aprovecha de su cuerpo, sin que el vejado, con conciencia o no, pueda hacer nada para evitarlo. En estos casos, la persona se ha de implicar en la lucha contra el enemigo (rezando, uniéndose a la oración que se hace por ella). La persona capta dentro de sí una presencia permanente, aunque no haya manifestaciones especiales. Puede hacer una vida normal, pero a veces con dificultades. Esas dificultades se dan, sobre todo, en la vida espiritual. Puede ser criterio de discernimiento para ver si existe posesión el hecho de que haya o no una vida normal. Cuando hay problemas serios hay que hacer un doble trabajo junto con el especialista (psicólogo, psiquiatra). En tiempos fuertes se pueden manifestar más (Navidad, Cuaresma…). Es bueno recomendarle un director espiritual que no sea el mismo exorcista. Estas manifestaciones es preciso distinguirlas de un trastorno de personalidad: borderline, esquizofrenia, doble personalidad…
En los momentos de crisis o trance, se puede observar en los ojos y en la boca de quien lo sufre, una transformación, cómo delinea el demonio en la persona los rasgos de su acción. Hay que estar atento y observarlo para descubrirlo y ordenarle. El maligno no dejará de utilizar técnicas disuasorias, para bloquear o desconcertar al exorcista e intenta esconderse y pasar desapercibido.
Es recomendable usar los sacramentales (por ejemplo, la cruz, el agua exorcizada) y las reliquias. El demonio no tendría que sentir nada, al fin y al cabo, es un ángel caído, pero para el bien del exorcista y de los que están con él, esos objetos religiosos le afectan por acción divina, por la unión al cuerpo de la persona vejada (con lo que es, a fin de cuentas, una imitación de la encarnación). La unión que hay con el poseso, no consiste en una unión moral. La unión moral se da con el alma en pecado mortal o con el alma de aquél que se la ha vendido.
La salvación, la vida en santidad, no está reñida con que la persona pueda estar poseída. De la misma manera que una enfermedad física no impide la acción de la gracia en los sacramentos, la posesión no impide el crecimiento en santidad.
Fuente:
omnesmag.com

Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde España
Alfredo Musante
-Este artículo esta publicado en el Dossier “Navarra Preludio” número 5 que integra el boletín digital, número 41, que corresponde al mes de Abril de 2023.