Mi querido y finito lector, en este número quiero volver a tocar un tema que, “antaño”, he puesto sobre la mesa en este ambiente gráfico y reflexivo. Se trata de los ciclos, de los comienzos y finales, de la finitud de los diferentes aspectos y de las muchas experiencias en la vida. Lo eterno no existe, al menos en el mundo material.
Sosteniendo fuerte las riendas de este casi desbocado Director para que no se pase de filosofía, paso a, para empezar, invitarlos a reflexionar sobre este tema que estoy por hacer mío un ratito y a acompañarme en este viaje corto, breve, como la vida misma.
Creo que es muy humano apegarse a las cosas y aquí quiero poner el foco. Relaciones, objetos, situaciones, patrones de comportamiento son algunas de las caras del apego. Ese miedo —si se quiere— de dejar lo conocido para animarse a dar un “salto de fe” y explorar tierras extrañas, no familiares. La bendita o maldita (aplican ambas) zona de confort.
“Me trata mal (pero qué haría si no estuviese al lado)”; “Me gusta pertenecer a determinado grupo (no soporto a la mitad de los estúpidos que lo componen, pero ya estoy acá y lo manejo)”; “Soy de tal o cual religión (no cumplo sus normas, me da pereza o simplemente no lo hago, pero ‘siento’ que cumplo como buena persona)”; “Estoy bien en mi trabajo (prefiero seguir cumpliendo órdenes de otro adulto igual que yo y tengo el sueldo asegurado, ponéle —como diría mi amigo Musante en ‘El PELADO Investiga’—)”, y así, entre el miedo, la hipocresía —con uno mismo muchas veces—, el hastío, el simple hecho de sentirse “cómodo”, nos condena desde diferentes lugares y perspectivas.
Frente a estas situaciones, por lo general pasan dos cosas: la vida te pega una “trompatada” (me resulta chistoso y gráfico ese término) en el estómago cual tránsito de planeta transpersonal y “te pone en órbita”, sacándote de ese lugar sin pedirte permiso o, por otro lado, podemos hacer un gran trabajo de introspección sobre determinado tema y decidir hacer algo con ello.
En realidad, hay una tercera cosa que sería no hacer nada y seguir así, inmutable en una línea recta, pero no es el espíritu de esta desprolija y rebelde editorial, así que haremos de cuenta que no existe.
Lo que quiero transmitir, mi querido y despierto lector, es que todo en la vida tiene un comienzo y un final. Que hay veces que lo que funcionó alguna vez ya no funciona más. Podemos dejarlo a un costadito y seguir adelante o darle una vuelta de rosca. Esto, según mi manera de verlo, sucede en todos los ámbitos, como ya comenté más arriba. Hay que estar atento. Es la manera de avanzar y de no pasarla mal en un lugar “cómodo”. (Nota del autor: imaginen la famosa imagen —valga la redundancia— del elefante atado por una cadena muy finita a una pequeña silla).
Solo se trata de crecer y seguir siendo felices (o al menos persiguiendo eso de manera más auténtica).

Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde Argentina
Ignacio Bucsinszky
Este artículo esta publicado en el boletín digital, número 73, que corresponde al mes de diciembre de 2025.
