Un nuevo año comienza, nuevas historias, nuevas ilusiones, nuevos proyectos, sueños que realizar, anhelos que alcanzar. Son siempre esos deseos que, a principio de cada año, nos hacemos, y a veces lo que viene después no era lo que esperábamos. Y comenzamos a darle vueltas al asunto, y hacemos hipótesis sobre por qué no pudimos llevar adelante tantas propuestas que deseábamos cumplir o comenzar a desarrollar.
Como saben, esta sección es muy personal, y les dejo, sin mentirles ni engañarlos, lo que me va sucediendo. Este 8 de diciembre de 2025 se cumplen cinco años desde que, junto a mi esposa y mi hija, tomamos la iniciativa de dejar atrás la tierra que nos vio nacer, crecer y desarrollarnos, donde todos nuestros anhelos y sueños que queríamos llevar adelante, algunos los cumplimos, otros se complicaron y lo que quedaba se nos arrebató por malas decisiones e influencias externas de personas que casi acaban con nuestra historia, con nuestra familia. Pero salimos adelante, los tres siempre juntos. En mi caso, ayudado siempre y contenido, a pesar de mis vastos errores y malas decisiones, por Fernanda, que me hizo ver que las cosas no son lo que parecen. Y un día decidí que había que poner punto final a la Argentina, que ya no era un lugar ideal para que nuestra hija se desarrolle como persona en todo su esplendor, y con mucha tristeza, sin mirar atrás, dejamos casa, familia, amigos, historias y comenzamos un nuevo destino.
Se cumplen cinco años de ese cambio radical de cultura en general, de levantarte todos los días y, al abrir la ventana y ver la inmensidad de las montañas, te hace ver la realidad de que no estás en San Miguel, Provincia de Buenos Aires, y te hace anhelar volver a ver tus cosas, a sentir el aire, a escuchar a las personas que hablan como vos. Comenzás a añorar tu bandera, a tu patria, y como dice la canción de Cacho Castaña “Septiembre del 88”, en un párrafo: “Que todo fue culpa de cuatro atorrantes” (aunque fueron más), que nos arrebataron la posibilidad de seguir creciendo, viviendo.
¿Volver? No lo creo. Hay una película que se llama “Corazón de Caballero” y el padre del protagonista, pobre y ciego, insta a su hijo a “que cambie sus estrellas”. Si me preguntan si fue fácil, no, no lo fue. No soy de andar llorando por los rincones pensando en la Argentina, o emocionarme cuando veo a la Selección de Fútbol, o si escucho un tango. Sí, me hace sacar lágrimas cuando veo la bandera, la celeste y blanca, y me hace rememorar las canciones patrias que cantábamos en la escuela, y que me llevan a momentos de mi historia de niño y adolescente, donde fueron los mejores años de mi vida. Y si existiera la máquina del tiempo, sería uno de los primeros en sacar cita para volver a revivirlos.
Pero la realidad dicta que hoy estoy acá, en España, con el reencuentro, hace dos años, con mi hermano mayor, con quien hacía catorce años no hablábamos, y con la amistad virtual que sostengo con Nacho y con mi compadre, amigo y hermano de la vida, Guzmán.
Con mucha expectativa, espero que el próximo año no se cumplan mis deseos, sino que se realicen los que aún estoy esperando que se hagan realidad.

Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde España
Alfredo Musante Martínez
-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 73 que corresponde al mes de diciembre de 2025.
