
Apreciado Monseñor Escrivá:
Tenga Usted la bondad de recibir estas líneas que muy respetuosamente le remito, desde mi misión como mujer laica, esposa, madre y profesional, adjudicándome el privilegio inmerecido de ser su hija espiritual porque “Creo en la Comunión de los Santos”, tal y como queda expreso en el “Catecismo de la Iglesia Católica, # 960”: “La Iglesia es “Comunión de los Santos … de modo que lo que cada uno hace o sufre, en y por Cristo, da fruto para todos”.
Bien conoce usted mi vida a la que “elegantemente” irrumpió, -sin alborotos innecesarios- más bien con advertida prudencia, respondida voluntariamente con buena acogida…, y haciendo el debido uso de mi razón descubrí que en la cotidianidad humana se entrelazan un sinfín de oportunidades para hacer “Camino” hacia nuestras propias sustantividades. ¡Ahí! nos encontramos con “AQUEL” que “Vino a los suyos” (Jn. 1-11), conduciendo a la razón lo que nuestro ajetreado mundo no atina a explicar.
No formo parte de la Obra, pero bien es sabido que la universalidad del llamado a la santidad es el concepto predominante de la doctrina católica, expresado en el Concilio Vaticano ll, -para ser más específica, en la constitución dogmática “Lumen Gentium”.
Habiendo expuesto esto último, asumo que soy también depositaria, no sólo de su carisma y legado, sino de sus favores como intercesor, si así bien lo dispone Dios.
Puntualizando el motivo que me mueve a dirigirle estas líneas, agradezco su presencia en mi vida y aprovecho la oportunidad para solicitar de usted su acompañamiento e intercesión, en virtud de aquellos anhelos que aguarda mi corazón.
Con la ayuda suya segura estoy de que se seguirán sumando voluntades para que mi “alma inquieta” continúe su “Camino” de “vida” y “formación” ya iniciado y que va dando respuestas certeras, -no sólo a mis dinámicas existenciales- sino para contribuir a animar a otros a descubrir que la santidad se vive en la vida cotidiana y no se limita a actos heroicos o momentos extraordinarios; así me enseñó el papa Francisco en la “Gaudete et Exsultate”.
No tengo la menor duda de que María Madre, de quien usted también se ciñe con especial devoción, acoge hoy estas líneas con especial ternura y continuará asistiéndonos en la construcción del reino.
“La mies es mucha y pocos los operaros –“Rogate ergo”-, rogad pues al Señor de la mies que envíe operarios a su campo. La oración es el medio más eficaz de proselitismo”. (Camino, #800)
En espera de su respuesta, me despido con un ¡hasta siempre!, no sin antes pedirle la Bendición.
¡Es Cristo que pasa!

Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde Venezuela
Isabella Orellana
-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 71, que corresponde al mes de octubre de 2025.