Saludos, mis muy queridos lectores, que mes a mes nos encontramos. El tiempo no se detiene, por mucho que queramos prolongar los momentos felices o por mucho que deseemos que corra aprisa cuando atravesamos situaciones de tristeza y dolor. Él sigue su marcha.
Así llegamos a un nuevo diciembre, un nuevo fin de ciclo, fin de año. Los seres humanos somos cíclicos, y aunque algunos lo critiquen, también tiene su parte positiva, pues nos da la oportunidad de reflexionar sobre cómo vivimos este año, qué logramos, qué nos faltó por hacer y cuáles serán nuestras metas para el próximo año.
Muchos nos quedamos en buenos deseos. Nos auto flagelamos por los errores cometidos en lugar de verlos como aprendizajes de vida. Todo aprendizaje debe llevar la consigna de mejorar, aprender para no repetir los errores y crecer cada día.
Vivimos reclamando nuestro estilo de vida, el mundo en que vivimos, los gobernantes que tenemos, los valores que hemos perdido como sociedad; nos quejamos una y otra vez… pero ¿qué estamos haciendo para cambiar? Criticar no genera un cambio; puede servir de desahogo, pero el mal sigue ahí. Mientras no hagamos un cambio de fondo, mientras no retomemos la responsabilidad de nuestras vidas y sigamos culpando a otros, el mundo no va a cambiar y nuestra vida tampoco.
Hoy los votantes no estudian a los candidatos, y por eso vemos tantos gobernantes incapaces. Los padres de familia no pasamos suficiente tiempo con nuestros hijos y ellos se educan a través de redes sociales. Estamos más pendientes de la vida de algún “influencer” que de nuestra propia familia; nos preocupa más los “likes” de nuestras publicaciones que la salud del vecino. Necesitamos un ALTO.
Hace casi 2 000 años, un niño vino a cambiar la vida con enseñanzas profundas que aún estamos tratando de digerir. Nos enseñó que un rey puede nacer en un pesebre y no necesariamente en una cuna de oro. Nos enseñó que, por más sabiduría que tengamos, siempre debemos respetar a nuestros padres. Nos enseñó que la verdadera grandeza está en las cosas sencillas y que los amigos sinceros son pocos, aunque estemos rodeados de muchos seguidores. Nos enseñó que es más importante compartir que dar lo que sobra. Nos enseñó que las caídas son un pretexto para volver a levantarnos y que el amor es la razón y la fuerza de todo.
Que ese mismo niño sea bien recibido en cada corazón, para que sea Él quien nos llene de paz y amor. Esa paz que tanto buscamos y que el mundo no da, ese amor que tanto anhelamos y que tampoco ofrece. Seamos portadores de esperanza, amor y fe, para que nuestro mundo cambie, pero debemos asumir nuestra tarea, una tarea que nadie hará por nosotros. Retomemos nuestra responsabilidad como seres humanos para construir una sociedad mejor.
¡Feliz Navidad!
Ánimo.
Nunca dejes de soñar.

Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde México
José Luis Hernández
-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 73, que corresponde al mes de diciembre de 2025.
