Este personaje, evolución del Corredor Escarlata, obtuvo su súper poder de correr a la velocidad de la luz a causa de una inhalación de gases producto de un experimento científico de “agua pesada”. ¿Sabía ud. que posiblemente -sólo posiblemente- podamos encontrar sus raíces en una tablilla de arcilla de hace unos 4000 años, fascinante, verdad? Acompáñeme en esta increíble historia donde conoceremos al chozno – o alguien más arriba en su árbol- de The Flash. Vamos a ponernos en contexto.
Se trata de mitología sumeria, parte del folklore de este maravilloso pueblo que ha iluminado al mundo con muchísimos inventos que, sin saber su origen, utilizamos hoy día. Esta historia se llama “Lugalbanda y el Pájaro Anzud”. En esta historia, nuestro personaje principal Lugalbanda, quien era el jefe militar de Enmerkar y segundo rey de la I dinastía de Uruk (Ciudad Sumeria donde vivió Gilgamesh), luego de un enfrentamiento junto a su tropa queda herido en las tierras de Lullubi (hoy la llanura de Sharazor de los montes Zagros del moderno Kurdistán Iraquí y la provincia de Kermanshah en Irán) con un mínimo de provisiones para esperar su muerte.
Cuenta la historia que en esos parajes se encontraba el nido del pájaro Anzud, también llamado “Pájaro del Trueno” por su terrible rugido, este está representado como un águila con cabeza de león y grandes garras envenenadas. Los animales de la región al escuchar su bramido se escondían donde podían, los bueyes salvajes acudían galopando a la base de las montañas, y las cabras montañesas, por miedo a sus garras, huían triscando a las montañas. Era el aviso de alerta de que el Pájaro del Trueno se disponía a cazar.
Lugalbanda, un hombre sabio y profundo, también muy práctico, pensando cómo conseguir los favores de este dios, ideó un plan. Se acercó al nido del polluelo y con los víveres de los que disponía le armó un festín digno de una deidad. Cuando el Pájaro Anzud había terminado de cazar, regresando al nido con un buey -todavía vivo- en sus garras y otro ya sin vida colgado de su cuello para alimentar a su descendencia, hizo reverberar las montañas con su rugido tres veces en un fallido intento de recibir una respuesta del pichoncito. Preocupado y asustado se apuró a llegar al hogar para encontrarse con Lugalbanda viendo como “su niño” disfrutaba del festín digno de los dioses. Al ver la situación el dios Pájaro y luego de vanagloriarse – cosas que hacen los dioses, al menos los Sumerios – invitó a nuestro héroe a ser su compañero.
Lugalbanda que no era ningún dios, le expresó su situación, le contó sus penurias, le relato como sus compañeros tuvieron que dejarlo ahí a causa de sus heridas, ya que no podía seguir avanzando junto a ellos. Le comento también que hacía ya un tiempo que lo estaba esperando para pedirle sus favores y explicarle el motivo de semejante atención para con su polluelo. El Pájaro le ofreció riqueza, tierras, poder y gloria en reiteradas ocasiones. Lugalbanda rechazando todas esas ofertas sólo le pidió que le dé la posibilidad de poder ir con su ejército que ya se encontraba en pleno asedio a Aratta a unas 7 montañas de distancia. El dios le concedió el poder de correr a toda velocidad y que nunca se canse.
Ordenó también que la reseca tierra se rompa espontáneamente a su paso y que las profundas aguas del río Éufrates, como si fuesen una simple zanja, traten gentilmente a sus pies y a sus piernas. Nuestra historia termina con nuestro “flash” a toda velocidad hacia Aratta y el Pájaro Anzud sobrevolando en su camino protegiéndolo con su sombra. La leyenda cuenta también que, una vez en Aratta, el rey Enmerkar de Uruk, que a pesar de haber asediado la ciudad por más de un año no podían conquistarla, no podían atravesar sus murallas. Solicitó a sus guerreros un voluntario para regresar a Uruk, hablar con la diosa Inanna y pedirle que los ayude a conquistar la ciudad y terminar la guerra.
Una misión suicida. Recorrer todo ese camino, además de la distancia, contaba con las tribus nómadas – y salvajes al punto de no haber probado el pan – que podía acabar con la vida de quien osara circular por esos lares. Por supuesto nuestro héroe se ofreció y frente al descontento y bronca de todos sus compañeros, ya que creían que sus dioses protectores se irían con este aventurero en su viaje, logró cumplir su deber y llevarle el recado a la diosa Inanna y así terminar con el conflicto bélico.
Pues así es como este pueblo, creador del primer lenguaje, nos regala una precuela de lo que más adelante en el tiempo – mucho más adelante – aparecería de la mano del escritor Gardner Fox y el artista Harry Lampert.
Ignacio Bucsinszky