Una mujer soltera, madre de dos hijos, diariamente sale a ganarse el sustento, no sin antes elevar su mirada al cielo que aún no se muestra tan claro. Acto seguido, la señal de la cruz. Ha recibido el bautismo, ella, la mujer, y sabiéndose pecadora, lucha por los suyos a la vista del altísimo. Ha aprendido a sembrar entre lágrimas y camina fuerte, segura y serena, con la esperanza del rocío fresco en el desierto. Cuarenta días o tal vez más…
Una padre de familia, trabajador, que en el trayecto de la casa al colegio reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria, ofreciendo a sus hijas un “Te Quiero” confiado, a sabiendas de que le sonreirán -de vuelta-, sus hijas. Se percata, el padre, de que el día será laborioso, pero no se atreve ni por error a dejar rastros de preocupación en sus retoños. Ofrece sus intenciones, en silencio y continúa valiente, hasta la siguiente Eucaristía, en familia. Cuarenta días o tal vez más…
Una Señora, de aparente piedad, madre -también- de varios hijos, casada con un hombre que ha ganado reconocimiento y prestigio social a lo largo de los años. Asiste diariamente a Misa y a tantos grupos de oración como le es posible. Ayuna y con cierta vanagloria, se jacta de ser muy caritativa y piadosa, pero no faltan las peleas y discordias en aquellos hijos que no saben de sonrisas y menos de abrazos. Los hijos van creciendo como extraños mientras el padre sólo se ocupa de trabajar para llevar el buen sustento… lo demás no es su asunto. Y aquella familia se desvanece como polvo en el viento. Sin rastros de piedad alguna. Cuarenta días o tal vez más…
Y, por último, esta servidora, -quien suscribe-, laica, esposa y madre de dos hijas, observa cada una de estas realidades anteriormente expuestas y se pregunta cómo está viviendo su cuaresma.
No hay respuestas, sólo el “ofrecimiento diario e inadvertido” de los “pequeños desiertos cotidianos” convertidos en ABRAZOS en FAMILIA. La sed, no expuesta, es saciada tímidamente en cada Eucaristía y el amargo oculto es endulzado en cada confesión que ofrece un sinfín de razones para continuar reconciliando lo irreconciliable, de desierto en desierto, hacia la meta.
Cuarenta días o tal vez más. Hasta ver montones y montones de retoños mostrando sus colores al mundo.
La cuaresma y los laicos…
¡Cuéntame!
¿Cómo vives tu cuaresma?
Hemos avanzado bastante.
¡Contemos la historia!
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde Venezuela
Isabella Orellana
-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 52, que corresponde al mes de Marzo de 2024.