
La tapa del número de marzo de nuestro boletín digital rememora una fecha clave que introdujo un cambio en el mundo laboral y, con el tiempo, a nivel global Estoy hablando de cuando las mujeres dijeron ¡basta! y se levantaron en contra de la tiranía, no del patriarcado, sino del mundo laboral injusto. No esperen un desarrollo en esta nota de tono feminista o machista. No se equivoquen; mi opinión se detendrá en los derechos que tiene la persona humana en general, sea del sexo que sea y que hoy del género que se identifique (no entraré en detalles).
Primero, ¿Qué son los derechos de la persona humana? En la página oficial de las Naciones Unidas, se enumera una lista que trascribo a continuación:
¿Qué son los derechos humanos?
Los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de raza, sexo, nacionalidad, origen étnico, lengua, religión o cualquier otra condición. Entre los derechos humanos se incluyen el derecho a la vida; a no estar sometido ni a esclavitud ni a torturas; a la libertad de opinión y de expresión; a la educación y al trabajo, entre otros muchos. Estos derechos corresponden a todas las personas, sin discriminación alguna.
Bien, aquí estamos claros que las Naciones Unidas mencionan y dejan bien claro que: “Los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos…” y me quedo con lo último, “seres humanos”. ¿Qué significa? Ser un individuo de la especie humana (Homo sapiens), primate caracterizado por el desarrollo de su capacidad intelectual, abstracción, introspección y comunicación de gran complejidad. Somos seres eminentemente sociales, formando enmarañadas redes asociativas, incluyendo sofisticados sistemas de parentesco.
Hasta aquí, creo que es claro, pero ¿por qué quiero remarcar esto? Porque observo cómo sectores populistas, anarquistas y de izquierda arengan a las minorías a pisotear “Los derechos inherentes a todos los seres humanos…” para hacer valer únicamente a los de ellos. No me quieran cambiar las palabras, términos, significados, sinónimos y lo que se les pase por la cabeza. Sostengo que estos no necesitan estar bajo una bandera política, pensamiento filosófico o espiritual de ningún tipo, porque son innegables que pertenecen a la raza humana. Aquí no estamos hablando de diferentes minorías que no saben realmente lo que son y que creen ser. No se malinterprete lo que estoy diciendo, todos tenemos derechos, nadie debe quedar excluido, pero entendamos algo: no puede mi derecho, mi pensamiento, mi ideología pisotear, destruir, disminuir a los de otro “SER HUMANO”, y eso es lo que debemos defender contra quien sea.
En vez de malgastar fuerzas, recursos, medios y adoctrinamiento a favor de los movimientos actuales, para su propio beneficio, si realmente me preocupa respetar aquel o aquella que se cree o piensa o vaya a saber qué se supone que es, lo que debemos hacer es defender la DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA. Esa debe ser la bandera que necesitamos ondear bien alto y hacer saber a los que piensan y ven la realidad de manera diferente, distinta o para su propio beneficio. ¿Qué significa respetar la dignidad de una persona? La dignidad humana es el valor que tienen las personas por el simple hecho de ser personas. Hay respeto a la dignidad cuando valoramos por igual a las personas, creando las condiciones para que estas satisfagan sus necesidades básicas y se desarrollen plenamente como seres humanos. Y eso es lo que hay que pelear.
La sociedad en este nuevo siglo 21 se encuentra fragmentada en pequeñas comunidades o, como se las llama ahora, “minorías”, y son las que, desde lo más profundo de ese vórtice populista, anarquista y de izquierda impulsan a destruir lo que conocemos como civilización. Y no podemos permitirlo, no. La DIGNIDAD HUMANA y los DERECHOS HUMANOS, y de las PERSONAS, NO LES CORRESPONDE A NADIE, NI A NINGÚN MOVIMIENTO, NI PARTIDO, NI RELIGIÓN, SEA CUAL SEA. Nos pertenece a nosotros como especie, como raza humana, que habita en esta esfera celeste llamada planeta Tierra. Mientras no veamos el sentido correcto de las cosas, seguiremos reviviendo en un bucle de tiempo, lo que Rose Zehner, activista sindical que, durante las huelgas de Citroën, fotografiada por Willy Ronis mientras arengaba a la multitud de trabajadores reunidos en la talabartería de la fábrica de París (Quartier de Javel), cuya acción fue redescubierta en 1980 gracias a la publicación de esta fotografía que data de marzo de 1938 y su esfuerzo no valdrá, no aportará ni sumará NADA.
Es hora de pensar como comunidad, dejar las divisiones, las grietas, erradicar a esa minoría impulsada desde lo más oscuro y macabro del poder y de los movimientos que están para hacer que las sociedades se vean enfrentadas unas a otras, haciéndonos olvidar que somos personas, que tenemos dignidad por lo que valemos y lo más importante, que somos SERES HUMANOS. Si estás identificado por esto último, el resto es cartón pintado.

Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde España
Alfredo Musante
-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 52 que corresponde al mes de Marzo de 2024.