
Al hablar de esta película no basta con resumir su trama. Estamos ante una radiografía del mundo del teatro y, sobre todo, del miedo a envejecer cuando se vive de los aplausos. En el centro está Margo Channing, una actriz consagrada que debe enfrentarse al hecho de que ya no tiene edad para interpretar a las jóvenes heroínas que la hicieron famosa. Ella misma lo admite con amargura: los años se acumulan y los papeles cambian, pero el deseo de seguir brillando no desaparece.
La historia arranca durante una ceremonia de premios teatrales en la que Eve Harrington, una muchacha aparentemente dulce y admiradora ferviente de Margo, está a punto de recibir un reconocimiento mayor. Lo que vemos a continuación se narra en retrospectiva y desde varias voces, entre ellas la de un crítico mordaz y la de Karen, amiga de la protagonista. Cada perspectiva aporta una pieza distinta, hasta revelar el verdadero rostro de Eve: una joven ambiciosa que hará lo que sea necesario para ocupar el lugar de su ídolo.
Lo brillante de la película es su construcción narrativa. La combinación de distintas miradas convierte la historia en un rompecabezas que el espectador debe armar. Mientras tanto, la puesta en escena no recurre a artificios, sino que se apoya en la fuerza de los diálogos. Es en esas frases donde se encuentra el verdadero filo del guion, cargado de ironía, de cinismo y de confesiones que todavía hoy resultan memorables.
Uno de los aspectos más fascinantes es cómo se retrata a Margo. Tras su fachada dura y su lengua afilada hay una mujer vulnerable, aterrorizada por quedarse sola y consciente de que su carrera está en una etapa irreversible. El espectador asiste a ese desmoronamiento con empatía, comprendiendo que detrás de cada sarcasmo hay un grito de miedo. Su evolución culmina en la aceptación de una vida nueva, menos glamorosa pero más real, un paso que muchas estrellas en el mundo real también deben dar.
Eve, en cambio, empieza envuelta en misterio y termina revelándose como un personaje menos complejo de lo que parecía. Sus manipulaciones, sus mentiras y su seducción torpe pierden fuerza cuando la máscara se cae demasiado pronto. Aun así, el enfrentamiento final entre ella y el crítico Addison funciona como un espejo: ambos comparten el mismo vacío emocional y la misma ambición desmedida, lo que los convierte en reflejos de una sociedad que aplaude el talento, pero se alimenta de la traición.
“Eva al desnudo” no solo es una obra maestra por sus diálogos o por la potencia de sus intérpretes. Es también un testimonio atemporal sobre el precio de la fama, la fugacidad del éxito y la inevitable sombra del paso del tiempo.

Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde España
Jorge José López
-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 70, que corresponde al mes de septiembre de 2025.