El tema de tapa de noviembre de 2025, en la edición número 72 de nuestro boletín digital ANUNCIAR Informa, lo dedicamos a nuestro programa estrella, a nuestro laboratorio radial. Hablo de EL ALFA Y LA OMEGA.
Este espacio surgió en octubre de 1993, una tarde, en el recreo del Seminario Catequístico Diocesano, que dependía del Obispado de San Miguel (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Entre las personas que participaban de este curso, una de ellas se interesó cuando le hice la propuesta, pero recuerdo siempre la pregunta que me hizo y que, 32 años después, sigue resonando muy dentro de mí: ¿catequizar por medio de la radio? ¿Lo ves posible?
Para responder a esa pregunta, como siempre sostengo, debemos situarnos en una realidad, en una línea de tiempo: mediados de los 90. No existía internet, no había redes sociales, telefonía móvil ni la arrebatadora IA. Todo lo que se quería hacer o realizar demandaba muchísimo esfuerzo, y aun así se podía. Más que observar la mediocridad que existía —y que aún hoy, a pesar de contar con mucha tecnología, persiste—, era evidente la baja y mala calidad de las producciones católicas que pululaban en las emisoras religiosas. Una realidad que todos conocemos, pero que nadie quiere reconocer ni aceptar. Sin embargo, es así, y esto no va a cambiar.
Pero volvamos a 1993. Las radios estaban invadidas por un gran número de programas pentecostales y evangélicos, Testigos de Jehová, Mormones y Adventistas, en emisoras de FM de baja frecuencia, inundando el dial con contenido cristiano proselitista que tenía una gran demanda por parte del público. En cambio, los programas católicos, como decía, eran escasos y de baja calidad, tanto en contenido como en producción.
Ante esta realidad, mi preocupación creció, y por eso sentía la necesidad de hacer algo como persona comprometida con mi fe. Pero si lo hacía, debía ser diferente; no podía ser más de lo mismo, y menos aún repetir lo que ya existía en la radio en ese momento.
Y así, el 8 de noviembre de 1993, junto a mi primer compañero de radio, Claudio Fernando García, aceptamos el desafío y dimos el paso por un sendero desconocido. Digo esto porque, desde el principio, no contamos con el apoyo de la Iglesia local —es decir, diocesana—. Fue luchar contra nadie en la batalla, porque al ser independientes y libres, en pensamiento y forma de comunicar, nos encasillaron como los “herejes” o “rebeldes”. No se podía concebir que un producto radiofónico de orientación católica no estuviera bajo la mirada aguda de algún “hombre de negro”. Decían que García y Musante no eran capaces de sostener un espacio de ese contenido por mucho tiempo. Incluso el secretario de comunicaciones del obispado —un sacerdote resentido, mala persona y que erró su vocación sacerdotal— me profetizó que no íbamos a durar mucho al aire, porque se nos acabarían los temas para desarrollar.
Van 32 años y contando. Mucha agua ha pasado bajo el puente de EL ALFA Y LA OMEGA. He visto y oído muchas cosas, he soportado mucha indiferencia, rechazo y crítica por el estilo y el modo de comunicar y desarrollar los temas, pero eso demuestra que íbamos por el camino correcto, sin duda. No soy —ni me gusta ser— amigo del conformismo, la hipocresía, el caretismo ni del callar y mentir para quedar bien con el obispo, el cura o el papa de turno.
Treinta y dos años lo demuestran. Hoy, hace 20 años, Guzmán se ha sumado a este viaje, y a lo largo de este tiempo hemos denunciado, criticado y puesto en evidencia muchas cosas que otros ocultan dentro de la Iglesia, tapando el sol con la mano.
Treinta y dos años son mucho, pero es posible por la persistencia que, de mi parte, le pongo cada semana junto a Carlos para seguir transitando por el maravilloso mundo de la evangelización en la radio.

Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde España
Alfredo Musante Martínez
-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 72 que corresponde al mes de noviembre de 2025.
