
¡Ofrécelo!
Recuerdo de forma muy nítida el instante en el que un amigo sacerdote pronunció esta palabra. Conversábamos plácidamente en el despacho parroquial, como de costumbre, sin percatarme de que se trataba de una dirección espiritual.
Resonó esta palabra, a modo de exhortación firme, casi como bajada del cielo, justamente cuando atravesaba una dificultad importante y casi imposible de resolver.
¡Ofrécelo!, ¡Ofrécelo! por… y yo sin comprender absolutamente nada, asentí, más como respuesta desesperada que por convicción.
- ¿Y qué tengo que ofrecer, Padre?, increpé insistentemente.
-Todo, hija, todo, respondió sereno y confiado. -Ofrece lo que estás sufriendo en este momento porque vale ¡oro! - ¿Cómo me dice esto?, no logro comprender, insistí.
Y sin dar mayor explicación, el sacerdote giró su sillón hacia la ventana mientras continuaba resonando aquella palabra como eco firme:
¡Ofrécelo!
Han transcurrido más de diez años luego de aquella conversación y recién comienzo a comprender el valor del ofrecimiento.
Hay circunstancias personales, familiares o comunitarias casi imposibles de resolver, por más de que pongamos toda nuestra voluntad; situaciones que acarrean grandes sufrimientos humanos y en el alma. Podemos sentirnos impotentes al no poder resolverlas y hasta sin fuerzas.
Entonces, pedimos a Dios que intervenga, que transforme todo lo que Él considere requiera ser transformado, pero también podemos ¡ofrecerlo! y esto último es muy meritorio delante de Dios, porque se convierte en un gesto de aceptación a Su voluntad de gran ayuda para las almas.
Y aunque es evidente que siempre podemos hacer algo, o darlo todo desde lo humano para solventar lo que necesitemos sea solventado, en ocasiones los nudos son demasiado enredados para poderlos desatar por nuestros méritos. Por lo tanto, ofrecerlos con confianza es un acto de voluntad y santificación.
Doy gracias a aquel amigo sacerdote por tan sutil dirección e intentaré, junto a ustedes que me leen, ofrecer todo a Dios, incluyendo mis defectos y la propia miseria humana, también mis sueños y anhelos.
Le ofrecemos, especialmente, aquellas situaciones que parecen complejas de resolver, en nuestras familias, en nuestros trabajos, en nuestras comunidades, en nuestra Patria.

Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde Venezuela
Isabella Orellana
-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 68, que corresponde al mes de julio de 2025.