Saludos, mis queridos lectores, que mes a mes nos encontramos entre estas líneas. Entre tanto mensaje negativo en la música de hoy, cargado de sexo, drogas, misoginia y maltratos físicos y emocionales; programas de televisión donde el contenido parece estar obligado a ser cada vez más vacío y carente de toda inteligencia, y se explota el morbo, la sexualidad, una muy mal llamada diversidad e inclusividad, y la mediocridad como cereza del pastel, todo nos va empujando por un mismo camino que no se ve esperanzador. Hoy nos proponen una agenda deshumanizada: ya poco nos conmueve el dolor humano; cada vez más aceptamos la maldad y la vamos normalizando en todos sus aspectos.
El amarillismo y el morbo siempre han sido llamativos para el ser humano, pero hemos llegado a un momento en que debemos decir ¡BASTA!
La cultura del descarte, de la que tanto nos habló el papa Francisco, es cada vez más cercana. Cada vez más personas buenas (y recalco BUENAS) han dejado de decir NO a toda esta nueva cultura del descarte, por el discurso tan dulce y humanista con que nos la venden. Y si eso han logrado con personas adultas, preparadas y de buenos valores, ¡imagínense lo que hace este tipo de discurso en nuestros niños y jóvenes! Por su propia esencia, en busca de respuestas y con esa necesidad de encontrarlas, suelen hacer caso a la primera voz que les responde: los medios digitales (música y videos).
La Iglesia es entonces esa barca llamada ESPERANZA que lleva a la humanidad a puerto seguro. Pero no lo digo por las propias fuerzas o capacidades de la barca, porque la barca es eso: una barca. Lo que hace a esta barca un medio seguro y confiable no es la barca en sí, sino el Capitán de esta barca, que es el mismo DIOS.
La Iglesia está llamada a educar en la fe, a consolar, a acompañar, a ayudar, pero también a reprender cuando es necesario, a levantar la voz por los que no tienen voz. Sin embargo, esta tarea no es exclusiva de los sacerdotes, obispos, cardenales o del papa. Ellos no son la Iglesia: son parte de ella, porque la Iglesia la formamos todos los bautizados. Entonces yo, con todo el combo completo de defectos que tengo, me convierto en medio de evangelización, en palabra de consuelo, en consejo, en lugar de descanso para el peregrino, en alimento para el hambriento, en abrazo para el extranjero. Seamos todos sembradores de esperanza, seamos voces de esperanza, seamos esperanza viva. No esperemos a que alguien venga a hacer el cambio, cuando yo puedo poner mi grano de arena para empezar el cambio.
No permitamos que sigan destrozando nuestra humanidad, atacando a nuestros niños y jóvenes. Pero, para evitar eso, debemos ser adultos responsables, estar para ellos cuando nos necesiten y enseñarles con amor y buen testimonio.
Encomendémonos al Espíritu Santo y dejemos que sea Él quien actúe a través de nosotros.
Ánimo.
Nunca dejes de soñar.

Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde México
José Luis Hernández
-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 72, que corresponde al mes de noviembre de 2025.
