No existe un género que pueda declararse como el más sencillo para cualquier escritor. La dificultad real depende de la experiencia personal, la imaginación, la capacidad de investigación y el estilo de cada autor. Sin embargo, ciertos caminos narrativos suelen sentirse más accesibles cuando alguien empieza a escribir, sobre todo porque ofrecen estructuras claras o porque se apoyan en vivencias propias.
La narrativa romántica suele ser la elección más común para quienes buscan un punto de inicio cómodo. Su armazón es reconocible y directa: dos personajes, un conflicto emocional y una resolución que deja una marca afectiva. Esa previsibilidad funciona como guía y evita que el escritor deba construir mundos complejos o tramas demasiado intrincadas. Además, su gran presencia en el mercado hace que muchos autores la elijan como terreno de entrenamiento para aprender ritmo, tensión y manejo de diálogos.
También es frecuente que los primeros intentos literarios aparezcan en forma de relatos autobiográficos o ficciones inspiradas en la vida personal. Cuando las experiencias del autor sirven como materia prima, el proceso fluye con menos resistencia. No es necesario crear un universo desde cero, sino reorganizar recuerdos, convertirlos en escenas y darles un hilo emocional coherente. Es un género accesible, pero que requiere coraje para observarse y sinceridad para narrarse.
Los cuentos breves, las micro ficciones y las novelas cortas representan otro espacio ideal para empezar. Su extensión limitada obliga a escribir con precisión, elegir bien cada palabra y concentrarse en una sola idea poderosa. A diferencia de una novela extensa, estos formatos permiten terminar proyectos en poco tiempo, aprender del resultado y pasar de inmediato al siguiente experimento narrativo. Son una escuela natural para adquirir oficio sin sentirse abrumado.
En la no ficción, los textos breves como ensayos personales, artículos o reflexiones también se perciben como opciones amigables. Apoyarse en conocimientos propios o en observaciones cotidianas simplifica el proceso creativo. No hay personajes que diseñar ni universos que construir, sino ideas que ordenar. Para muchos autores, este camino es la manera más clara de desarrollar una voz propia antes de entrar en la ficción más compleja.
El público al que se apunta también influye en la dificultad. La literatura juvenil y la narrativa comercial suelen usar un lenguaje directo y centrarse en conflictos universales, lo que facilita que el escritor se mueva con soltura. En cambio, géneros como la fantasía y la ciencia ficción exigen coherencia interna y construcción detallada de mundos. El thriller demanda precisión casi quirúrgica en la estructura. Y la ficción literaria pide un dominio profundo del lenguaje.
Al final, lo más fácil de escribir es aquello que conecta con lo que uno ya conoce o siente cercano. Empezar con formatos breves, con temas propios o con estructuras claras es una estrategia segura para descubrir el propio estilo. Con práctica constante, todo género se vuelve accesible.
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Hasta nuestra próxima historia…
Alfredo Musante Martínez
Director
La Liga de Autores
