Cada vez que se ordena un nuevo sacerdote, se considera una victoria en toda la extensión de la palabra. En primer lugar es una victoria para Dios, que pese a todas las tentaciones que el demonio bombardeó por todos lados para que el hoy sacerdote, como seminarista cayera en desánimo, en crisis espirituales y confusiones, que le causaron reconsiderar por varias ocasiones si esa sería su vocación o no. Sin embargo, a pesar de tantos momentos de confusión, Dios mantuvo su Mano Poderosa sobre su elegido para que pudiera superar cada una de esas envestidas que recibió del demonio.
En segundo lugar, es una victoria para la Iglesia Católica, dado que a pesar de que es objeto de tantas críticas y juicios con fundamento o sin él, ha logrado que otro de sus miembros abrace el sacerdocio. Es bien sabido que las vocaciones al sacerdocio ya son muy escasas, es por ello que la ordenación de un nuevo sacerdote, es un triunfo que se festeja en todo lo alto. La Iglesia no ha estado exenta de escándalos que han causado la disminución de las vocaciones de manera muy drástica. Por mencionar un ejemplo, hace 15 años se ordenaban al menos 10 sacerdotes por diócesis en el mundo.
Hoy se ordenan 3 o 4, en el mejor de los casos, ya qué hay muchas diócesis, que no han visto una ordenación sacerdotal en al menos 10 años. En tercer lugar es una victoria para el propio sacerdote que durante su formación en el seminario fue objeto de muchos ataques, tales como ser acusado de flojo, de vividor, de mediocre, de homosexual, de reprimido, de interesado en el dinero, de violador, de abusador, de miedoso, etc. A cada paso que daba en su formación, era un reto vencido.
Sin embargo, estos logros daban lugar a nuevos retos. Muchas veces los mismos familiares fueron causa de desilusión y de obstáculo. En pocas palabras, el hoy sacerdote, en la mayoría de su trayecto fue nadando contra corriente para poder sobreponerse a todos aquello que atacaba su vocación. En cuarto lugar es una victoria para contra la sociedad de los no creyentes o enemigos de la Iglesia, porque a través de ese sacerdote muchos hombres y mujeres serán conquistados para Cristo y su Iglesia a través. En último lugar es una victoria, que se ha de defender a cada paso, es decir, la ordenación de un sacerdote, a pesar de ser es algo definitivo y permanente, no estará exento de nuevas retos que atentarán contra su estabilidad y ministerio.
Se seguirán enfrentando nuevos obstáculos y tentaciones que tendrán con objeto causar que se abandone el ministerio sacerdotal; y por supuesto, con el mayor escándalo. Por tanto, cada día que pase en la vida de un sacerdote, será una victoria para todos, ya que, si un sacerdote cae, todos quedamos afectados, directa o indirectamente, especialmente cuando el sacerdote es objeto y causa de escándalo, como se ha podido comprobar en los últimos años, donde algunos sacerdotes han causado daños irreparables a la Iglesia y a la sociedad.
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde EE.UU.
P. Alberto Colín-Marín
-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 43, que corresponde al mes de Junio de 2023.