Un fuerte abrazo mis cuatro queridos lectores (como solía escribir un periodista mexicano que me gustaba mucho leer, pero ya se nos “adelantó”).
Se viene en muchos países la temporada de vacaciones. Una época muy esperada (por los estudiantes) y muy sufrida (por muchos padres de familia). Para algunos padres de familia entran en una etapa de casi desquicio al no saber qué hacer con sus criaturas en casa con tanto tiempo libre. Otros padres de familia aprovechan para inscribirlos en talleres, campamentos, internados, u otros similares para que los muchachos no estén “ociosos” y con tanto tiempo libre, gastando o invirtiendo (ya depende de la visión de cada quien) varios decenas o centenas de dólares. Y me puse a recordar cómo era nuestra infancia (para aquellos que andamos del cuarto piso para arriba).
En vacaciones nos ponían a pintar la casa, hacer arreglos a la casa, jardinería, construcción, remodelación y limpieza profunda de la casa (empezando por la propia recámara), limpieza de armarios, revisar ropa que ya no nos quedaba o ya no usábamos para llevarla a donar, visitar a los primos, a los abuelos, pasar tiempo en familia y de calidad. Y, además, una semanita para irnos juntos a la playa, a la montaña, a la ciudad, en fin: una semana de vacaciones familiares que servían para acercarnos, conocernos más y acrecentar los vínculos familiares.
Las abuelas esperaban con ansias estas épocas, porque llegaban los nietos de visitas y empezaba la temporada de galletas y panes horneados. Carreras, juegos hasta que la sombra de la noche no nos dejara ver la pelota, juegos en la calle: atrapadas, escondidas, carreras de bicicleta, de sacos, era un juego tras otro. Entrábamos a la casa sólo para comer e ir al baño y a volver a jugar. No necesitábamos un campamento para entretenernos ni un “coach” que nos dijera que ir haciendo o qué juego seguía. Nosotros mismos éramos los coach y éramos capaces de decidir y escoger que juego era el siguiente. Nos poníamos de acuerdo a qué íbamos a jugar con facilidad y sin tanta planeación. Era vida pura o como decimos en mi país era ¡pura vida!
¿En qué momento se nos fue esto de las manos? ¿Cuándo nos convencieron que nuestros hijos necesitan campamentos para aprender emociones cuando nosotros las aprendíamos simplemente jugando? ¿Cuándo nos convencieron de necesitar un coach deportivo en lugar de que papá juegue con sus hijos? ¿Cuándo descartamos a las abuelitas y abuelitos y en lugar de platicar y pasar tiempo con ellos nos convencieron que los niños necesitan mejor aprender historia de manera didáctica y con video juego interactivo? ¿Cuándo pasamos a cambiar los juegos tradicionales como canicas que nos enseñaban destreza, motora fina y gruesa, competencia, empatía y socialización y ahora nos ofrecen cursos “on line” para que nuestros niños puedan adquirir herramientas meramente tecnológicas?
¿Y si volvemos a pasar tiempo en familia? ¿Será muy complicado y mucho pedir?
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde México
José Luis Hernández
-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 44, que corresponde al mes de Julio de 2023.