¡Saludos familia! Un abrazo a cada uno de ustedes mis queridos lectores. En esos ratos de “nada que hacer” (que tengo pocos la verdad), me puse a reflexionar sobre el impacto que tienen los medios de comunicación entre todos nosotros. Ellos, al darnos noticias diariamente, nos inducen a una manera de pensar, podemos tener una realidad, pero al estar leyendo lo mismo y lo mismo, una y otra vez, empezamos hasta a dudar de nuestra propia realidad, de eso que vemos y vivimos diariamente. Las redes sociales han venido a refrescar un poco esto. Un medio de comunicación comparte una nota en su red social, y el lector opina y responde, ahora tiene voz, que es escuchada y leída por muchos. ¡Y eso es bueno!
Lo malo es que las redes sociales también han ido cayendo en este juego de querer imponernos ideas, doctrinas y criticando tradiciones, bloqueando temas o simplemente ajusticiando a todo aquel que piense diferente. Es muy común ver peleas cibernéticas, personas que no se conocen en la vida real, pero defienden sus puntos de vista con tal vehemencia que llegan hasta las ofensas, simplemente porque no piensan igual, se pide respeto, pero no respeta, se pide inclusión pero sólo si piensan igual que yo, se pide amor, pero se maltrata y golpea, se llama incultos a quienes no aceptamos muchas es estas nuevas ideologías, pero en las marchas justamente a los edificios más emblemáticos (templos, catedrales, bibliotecas, monumentos) los primeros que dañan y destruyen.
Ciertamente cada vez es más complicado dar nuestra opinión. No es que antes todos pensábamos igual, simplemente antes teníamos la capacidad de aceptar que cada quien tiene libertad de expresión, y las diferencias de pensares enriquecían las pláticas, las familias, las amistades y por ende las sociedades.
Un nutriólogo dice: “somos lo que comemos”, el escritor dice: “somos lo que leemos”, el músico dice: “somos lo que escuchamos”. Y así cada profesión. Todos buscamos un mundo mejor, todos buscamos un mundo donde todos sean aceptados y nadie rechazado.
Aprendamos a amar, pero a amar de verdad. El mismo Jesús, el Hijo de Dios nos dijo “ya no los llamo siervos sino amigos” y a un amigo se le quiere, se le respeta, pero también se le corrige, claro está, como decía san Agustín “con amor”. Aprendamos a valorar y respetar nuestra libertad. Una libertad genuina siempre da paz y alegría, si no es así, entonces no sos libre, sino simplemente te adoctrinaron en una ideología que te dice qué hacer y qué decir para ser parte de un grupo, y eso es el antónimo de libertad.
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde México
José Luis Hernández
-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 45, que corresponde al mes de Agosto de 2023.