Una de las estrategias del mal consiste en mostrarse bajo la engañosa apariencia de bien. Una persona, con buen semblante, haciendo uso de un lenguaje atractivo y elocuente, puede persuadir para bien o para mal, esto último si va en busca de algún beneficio propio, que conduce al persuadido a una cadena difícil de romper.
Es así como un líder grupal – en cualquier organización o comunidad de personas-, puede hablar de unidad, ofreciendo algunas propuestas atractivas y tentadoras, cuando en realidad lo que está haciendo es imponiendo algún criterio o propósito, en favor del suyo propio, en detrimento de la voluntad del resto.
Lo cierto es que detrás de estas actitudes se esconden grandes frustraciones, propias y/o heredadas, que con el tiempo van potenciando la red que atrapa a más y más personas, tal vez con las mismas debilidades y desde esas dinámicas viciosas, la maldad también hace de las suyas. Ya al inicio de la historia de la humanidad, el tentador se disfrazó de bondad, persuadiendo a través del Ego: Lograrás algo bueno, “Seréis como Dioses”. (Gn. 3,5)
Y así se revive la historia hasta el encuentro con Jesucristo, “QUIEN” en Su persona nos ha mostrado la verdadera bondad del hombre, expresada en libertad, porque su prioridad no fue agradar a los demás sino más bien liberarlos, movido -no por el miedo a otros- sino por el Amor. Sobre este tema podríamos plantear muchas cosas, pero las líneas son insuficientes; así que me animo a dejarlo a reflexión de cada lector, reconociendo que Sus promesas son eternas:
“Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”. (Mateo 28,20)
“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”. (Juan 8,36)
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde Venezuela
Isabella Orellana
-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 55, que corresponde al mes de Junio de 2024.