Hombre de letras, de fina y cuidada pluma, una oratoria exquisita, simple para los que no tuviesen la capacidad intelectual para entender temas relacionados con la epidemiología, pero profunda, técnica y científica para los profesionales de la salud, con los organismos internacionales donde expuso y trabajó. Pero su mayor virtuosidad, era su palabra, una persona que valoraba y mucho el respetar ese pacto que entre varios individuos suele pasar, cumplir con lo prometido, ser responsable en la obligación y/o responsabilidad asumida.
Su figura, no solo profesional o personal imponía sin quererlo, ni pensarlo: “respeto”. El solo escucharlo hablar y manifestar sus posturas, sobre todo en lo que refería a la cultura de la salud, era inquebrantable. Hoy sería tomado como un dogmático romántico para algunos que se llenan la boca de integración y diversidad; para otros sería un “gorila”, un autoritario que impone sus ideas, pero para nada era eso.
Tuve la dicha de trabajar con él varios años, cuando fue el asesor científico de la Comisión Episcopal para la Pastoral de la Salud en la Argentina. Ver que delante y detrás era la misma persona, no tenía caretas, su transparencia y honestidad eran grandiosas.
Fueron muchísimas horas de estar transcribiendo sus proyectos, programando y evaluando otros proyectos de prevención del SIDA. Acompañarlo a reuniones en la Academia Nacional de Medicina, en Buenos Aires.
Su lema era la prevención. Él pregonaba que ése era el camino para no contraer la enfermedad, su “leitmotiv” era una frase que dijera Hacket, un célebre epidemiólogo inglés, donde abogaba por la prevención diciendo: “si la gente se viene cayendo continuamente a un precipicio, es más humanitario y económico poner un vallado en el borde, que construir un hospital en el fondo”
A pesar de mis desconocimiento en el área de la salud y la prevención, me siento muy conmovido y dichoso de haber sido un simple discípulo al lado de un VERDADERO (y lo pongo en mayúsculas) MAESTRO. Donde aprendí y mucho sobre esta enfermedad terrible HIV SIDA, cuando de 1997 a 1998 estaba haciendo estragos en el mundo.
Fueron muchos los almuerzos, las meriendas y las cenas que compartí trabajando, riendo, escuchando sus historias de vida, no solo como profesional de la salud, sino sobre ese hecho nefasto que cubrió a la República Argentina, la dictadura militar, ya que durante muchos años fue él militar también y se opuso en cierta medida a las posturas y resoluciones que compañeros de armas tenían sobre la desaparición de personas, hecho que le valió varios atentados a su vida y por tal motivo tuvo que exiliarse del país mucho tiempo.
Entre su extensa trayectoria profesional, haré mención que en 1982 con el mismo espíritu de rescatar el legado de nuestros Próceres, organizó el Instituto Moreniano de Mar del Plata, con distinguidos juristas y ciudadanos; del cual también fue electo como su Presidente por tres períodos.
Fue Jefe del Equipo Argentino del Comité Multisectorial por el Ministerio de Salud y Acción Social de la Nación, en la redacción del informe de Argentina para la Conferencia Internacional sobre Nutrición, en 1992.
Ese mismo año es el representante del Ministerio de Defensa en la Reunión Binacional Argentino Chilena sobre Facilitación de Pasos de Frontera Realizada en Santiago, Chile.
El Consejo Superior de la Orden al Mérito que simbolizada la Orden del Sol, creada por el General San Martín en el Perú, le otorgó la Orden al Mérito, por la trayectoria profesional y cualidades humanas y patrióticas en 2006.
Recuerdo que nos apoyó incondicionalmente cuando se realizó el 1er. Simposio sobre Prevención de SIDA, organizado por la Pastoral de la Salud y varios organismos internacionales, entre ellos ONUSIDA. Ricardo fue el coordinador general y expositor. Digo que nos apoyó, ya que junto a uno de sus hijos, abogado, fuimos los que tuvimos a cargo toda la logística y la organización del evento. Y ahí conocí la faceta del hombre cuidadoso al detalle extremo, de estar atento a todo y que no se escapara nada. En síntesis fue un éxito 100%.
Un día recuerdo que en su biblioteca, tenía en uno de los estantes unos diez biblioratos y le pregunté qué eran, y me contestó sin darles importancia: “son títulos, certificados, diplomas de estudios”. Al decime eso le comenté por qué no los tenía expuestos o si no hacía mención de ellos en su “curriculum vitae”, y me dijo: “no son importantes… con lo que están publicados está bien, no quiero que piensen que soy un viejo que quiere “fanfarronear” de sabiondo”.
Así era Ricardo, un hombre simple, comprometido con las tradiciones y sobre todo los derechos constitucionales de la Nación Argentina. Les transcribo dos extractos de una carta de lectores, publicada en el diario La Nación, el 4 de enero de 2000:
(…) “Aquí debe existir un compromiso irrevocable de gobernantes y gobernados, en el que los derechos y los deberes se apliquen y los cumplan por igual ambos y de esta forma se consoliden los valores esenciales de la democracia y de la dignidad humana, para que se alcancen los objetivos que el país merece”
(…) “Nuestro gran escritor Borges también sentenció que “no nos une el amor sino el espanto” y cotidianas pruebas nos lo ratificaron. ¿Será posible que a partir del 2000 nos una el amor y dejemos de ser Cambalache? Para los que juraron y para los que no lo hicieron, que Dios y la Patria nos lo demanden”
Un hombre de fe inexorable, católico hasta la médula, pero no ortodoxo ni tradicionalista. Un católico simple, con conocimiento de su fe y claro en todo lo que se relaciona con ella. El trato que tenía con las autoridades eclesiásticas, opacaba las figuras de estas, engrandeciendo la suya.
Recuerdo una anécdota cuando fuimos con Ricardo en su auto Ford Galaxy (que era una joyita…) al Obispado de Quilmes, en la localidad del mismo nombre en la Provincia de Buenos Aires y nos reunimos en privado con quien en ese entonces era el obispo Mons. Novak. Este ocupaba el cargo de presidente en la Comisión Episcopal para la Pastoral de la Salud. Me viene a la memoria la frase que Mons. Novak le dijo a Ricardo cuando este le pidió autorización para llevar adelante unos proyectos nuevos, a lo que el obispo le contesto: “Doctor, usted haga y deshaga como mejor le parezca, tiene mi total confianza y apoyo para lo que tenga que hacer. No pierda tiempo en llamar por teléfono o venir a verme (que les agradezco la visita a ambos) pero es usted quien debe hacer que estos proyectos funcionen, no espere mi beneplácito o mi autorización para hacerlos”
A modo personal a Ricardo y a su esposa “Chiquita” los consideré siempre como mis “segundos papás” ya que fueron muchísimos los días en los que conviví con ellos y me hicieron sentir que era uno más de la familia. Siempre me aconsejó que todo lo que hiciera lo documentara, que dejara un antecedente de lo que hiciera, así nadie podría decir que no lo hice o que fuera mentira. Cuando le comenté que tenía en mente hacer una Asociación Civil, fue el primero en apoyarme, asesorarme y acompañarme en todo el proceso.
Cuando en el año 2003, comenzamos con Carlos Guzmán la puesta al aire del programa EL ALFA Y LA OMEGA, contábamos siempre con él a través de la vía telefónica para hablar de temas de salud, pero lo más maravilloso, fue escucharlo narrar, contar y profundizar en la historia de la independencia, la vida y obra de los personajes más importantes de nuestra emancipación. Era imposible no dejar de escucharlo, todos en la Radio, desde el operador, hasta el director, se quedan mudos, extasiados en escucharle, con tanta profundidad y simpleza.
Partió a la Casa del Padre, el 21 de septiembre de 2018. Su recuerdo lo llevaré siempre en mi corazón, sus palabras, su sapiencia, su protección paterna, su amistad desinteresada y su sonrisa de hombre bueno, de “bonachón” como decimos en Argentina, no podré borrarlo jamás de mi memoria.
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde España
Alfredo Musante
Este artículo esta publicado en el boletín digital, número 34, que corresponde al mes de Septiembre de 2022.