Cuando volteamos a nuestro alrededor y observamos por encima, parece que todo está mal. Falta de todo en la sociedad. De manera especial falta la presencia de Dios en los ambientes familiares y sociales. Hay una manifestación de una superficialidad que no se puede negar. La mayoría de la gente busca satisfacer sus necesidades con cosas innecesarias. Trabaja por lograr objetivos y sueños que nunca terminan por cumplirse. Ante los demás se puede ver que se vive en una falsedad, en una pretensión de ser lo que no se es. Podemos ver que desde los niños hasta los adultos, plasman ante los demás alguien que no son ellos. Se vive constantemente buscando ser aceptados por los demás. Se crean modas que supuestamente dan un determinado estatus o permiten que se forme parte de un determinado grupo social o club.
Cada vez vamos viendo que las riquezas se van acumulando en unas cuantas manos, dejando a la mayoría sumergidos en una pobreza extrema. Son tantas las carencias que podemos ver que tienen tantas personas a nuestro alrededor que, podríamos decir que están camino a la muerte porque llegara en día en que ellos nos podrán tener lo necesario para alimentar sus cuerpos. No se puede negar que en muchos lugares esta realidad ya esta pasando. Sin embargo porque muchos de nosotros estamos ocupados en nuestros propios problemas, no podemos ver esa realidad o peor aún, la ignoramos pretendiendo que todo está bien. Esto indica que nos hemos vuelto tan egoístas que podemos o no queremos ver las miserias de los demás.
Todo esto se da por una simple y sencilla razón: “Estamos sacando a Dios de nuestra vida”. La ausencia de Dios en la vida de las personas, hace que se vuelvan mucho más mundanos y mucho más superficiales. Una sociedad en donde Dios nos tiene presencia, es una sociedad condenada a la muerte y a la desaparición. Una de las características de la ausencia de Dios se puede ver cuando la persona se empieza a creer dueña de la vida de los demás, al quererlos usar de acuerdo a sus propios intereses. Una sociedad sin Dios vive una constante desesperación y ansiedad por la lucha constante de querer ser superior a los demás. El materialismo, se vuelve la razón de ser de los seres humanos. El tener cosas que llenen los vacíos emocionales de los que se padecen se vuelve una tarea cotidiana para los que viven sin Dios. Para este tipo de personas no hay esperanza y no hay razón por la que deben ser amables y generosos con los demás. Son personas que ven a los demás como sus enemigos y siempre van tratarlos con desprecio.
Sin embargo, pese a que parece que todo está mal, no es así, ya que si nos quedamos observando un poco con atención nos vamos a dar cuenta que la maldad no puede vencer a Dios, que hay una mayoría avasalladora de persona en la sociedad en nos dejamos guiar por Dios y que no permitimos que se nos arrebate lo que le da sentido a nuestro ser. Por tanto, es importante que no nos dejemos llevar por el desaliento, sino más bien, por Dios que nos sigue recordando que el mundo le fue arrebatado al demonio y que el triunfo le pertenece a los que somos de Él.
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde EE.UU.
P. Alberto Colín-Marín
-Este artículo esta publicado en el boletín digital, número 42, que corresponde al mes de Mayo de 2023.