Los cristianos damos inicio al calendario litúrgico con la mirada puesta fija en la Navidad. Es la celebración gozosa del Nacimiento de Jesús, nuestro Salvador.
El mesías anunciado por los profetas en el Antiguo Testamento, se encarna en el vientre Inmaculado de la joven María, por obra y Gracia del Espíritu Santo. Su padre adoptivo, José, comprende silenciosamente el misterio revelado y es así como una familia, elegida por Dios, asume el rol protagónico de la historia de la Salvación, hasta el fin de los tiempos. Y no podemos olvidar que queda otra venida de Cristo Salvador. Esa será la venida definitiva.
La reflexión teológica, la liturgia de la Iglesia, las tradiciones navideñas de nuestros pueblos nos ofrecen una rica variedad de elementos que nos ayudan a conocer mejor el misterio de la Navidad y a celebrarla con mayor intensidad, como dice san Pablo: “ser fortalecidos interiormente por la fuerza del espíritu de Dios y que Cristo viva en sus corazones por la fe y que el amor sea la raíz y fundamento de sus vidas” (Ef. 3, 16-17)
Intento, en este tiempo, adentrarme en cada escena y las revivo, haciéndolas muy mías también, para que esta celebración adquiera fecundidad y mantenga la importancia espiritual, familiar y social que merece.
Recuerdo vivamente que cuando era pequeña solía visitar un pesebre bellísimo, elaborado por una señora de avanzada edad, cuyas manos gozaban de gran agilidad, no sólo para la representación del nacimiento de Jesús, sino para moverlas al ritmo que contaba la historia con tal efusividad que resulta difícil dejarlo en el olvido. Sus ojos resplandecían de entre los rostros de los visitantes que se disponían a escuchar la historia del nacimiento del Mesías repleta de dinamismo y ciertos aires de picardía atrayente.
Y aunque muchas veces visité aquella casa y escuché la misma narración, Dios se encargaba siempre de incorporarle novedad.
Y es que el nacimiento de Jesús es toda una novedad que llega como brisa suave y nos sitúa en el regazo de Belén.
De la Sagrada Familia aprendo que la presencia de Dios se manifiesta en la vida cotidiana y devela la Esperanza que se asoma por todas las puertas y ventanas.
En medio del panorama social, el clima de violencia, de los enfrentamientos políticos e ideológicos; ante la situación de pobreza en continúo crecimiento, los cristianos en este tiempo estamos llamados a ser testigos de la esperanza que hace posible aquellas palabras de Jeremías: “Hay esperanza para tu futuro. Yo el Señor lo afirmo”. (Jr. 31,17)
Y concluyo estas líneas citando unas palabras que replicó el papa Benedicto XVI durante su visita a Tierra Santa en el año 2009:
“Tenemos la necesidad de volver a Nazaret para contemplar de nuevo a la Sagrada familia como modelo de toda vida cristiana”. ¡Feliz Navidad!
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde Venezuela
Isabella Orellana
-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 61, que corresponde al mes de diciembre de 2024.