
Cuando recorres los pueblos y ciudades de España, nunca sabes con qué sorpresa te toparás. El mes pasado, mi esposa decidió tomarse una semana de descanso, y ese tiempo lo transformamos en una oportunidad para estar juntos en familia y recorrer los paisajes de Asturias y, más allá de ella, los rincones de Galicia.
En medio de ese viaje descubrimos algo que me devolvió la esperanza en que la Península aún guarda intacta su raíz, pese a los vientos del populismo que intentan arrancar la cruz de su historia. En Viveiro, la Semana Santa no es solo tradición: es un espectáculo de fe que no tiene nada que envidiar a las procesiones sevillanas. Aquí, la creencia se respira, se siente, se vive.
Allí tuvimos como guía a un hombre de fe, un auténtico servidor de Dios que nos abrió la puerta a un universo casi desconocido: el de las cofradías y hermandades. José Luis Couceiro Insua, cofrade de corazón y acción, nos condujo por ese mundo donde confluyen devoción, historia y arte. Entre las maravillas que nos enseñó y relato, nos habló de la “Hermandad de Mujeres de la Santa Cruz”, encargada de portar el paso de María al Pie de la Cruz, integrada por la primera banda de tambores femeninos, compuesta en su mayoría por niñas y jóvenes que redoblan con fuerza y emoción.
La Semana Santa de Viveiro, declarada de Interés Turístico Internacional, no solo revive cada año la Pasión con imágenes de una belleza conmovedora, algunas articuladas desde el siglo XV, sino que ofrece una catequesis profunda y accesible. Cada cofradía aporta lo suyo para hacer de este tiempo un espacio de encuentro espiritual, continuando la misión evangelizadora que desde hace siglos se expresa más con imágenes que con palabras.
Pero Viveiro no se limita a la Semana Mayor. Durante todo el año, una exposición permanente mantiene viva esa herencia, mostrando el esfuerzo y la fe de quienes, con humildad y entrega, transmiten un mensaje que llega directo al corazón. En un mundo donde la esperanza parece diluirse entre corrientes ideológicas y voces minoritarias, este lugar se convierte en un faro capaz de reavivar la llama interior, multiplicando su fuerza en cada visitante que contempla, en silencio y respeto, el paso de Nuestro Señor por la tierra.
Viveiro es, sin duda, una cita ineludible. Porque aquí se recuerda, con solemnidad y emoción, el sacrificio que da sentido a la fe cristiana. Y es aquí donde late un deseo profundo: que este fuego espiritual se expanda como una nueva “pandemia” de esperanza y devoción, para que España vuelva a ocupar el lugar que alguna vez tuvo: el corazón de la evangelización, el punto desde donde la Buena Nueva se extendió a los pueblos que aún no la conocían.

Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde España
Alfredo Musante Martínez
-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 71 que corresponde al mes de octubre de 2025.