Esa noche era especial; era, probablemente, la presentación más importante de su vida y él lo sabía. No era solo saber que iba a ser transmitida en directo para todo un país y más allá, a través del canal oficial de la Basílica; tampoco tenía en mente a las 10 000 personas que estaban esa noche en el recinto. En su mente solo había una cosa: “le voy a cantar mi canción a la Virgen”. José Luis Hernández, cantautor católico nacido en Costa Rica y radicado en México desde hace varios años, cumplía esa noche un sueño jamás imaginado, como él mismo lo dice: “ni en mis mejores y más inauditos sueños había creído que esto se podría realizar”.
Todo empezó con una invitación que recibió José Luis para participar en un concurso para componer una canción en honor a la Guadalupana. Cuando le avisaron del certamen, el tiempo ya era escaso para el proceso que conlleva la composición, los arreglos, la grabación y el registro, pero, luego de hablarlo con su amigo y arreglista, Víctor Barraza, para conocer los tiempos del estudio de grabación y teniendo luz verde de parte de Barraza, se dispuso a componer la canción.
“Teníamos poco tiempo, pero, aunque no soy de concursos, en este sentí algo diferente. No lo sé explicar; son esas cosas que solamente las sentís y en las que confías todo en manos de Dios”.
La canción se compuso ese mismo día y, en cuanto la terminó, empezó el proceso con el arreglista. “Víctor logró entender y potenciar la canción. Cuando escuché la introducción, me dejó sin palabras; era justo lo que tenía en mente, las percusiones y la flauta que nos ubicaban en la época de la aparición”. La canción, “Morenita del Tepeyac”, está inspirada en el Nican Mopohua, el título con el que se conoce popularmente el relato original de las apariciones de la Virgen de Guadalupe a san Juan Diego en el cerro del Tepeyac, cerca de la Ciudad de México, en 1531.
A la pregunta de cómo manejó los nervios, José Luis nos contestó que, para sorpresa de él mismo, no eran los nervios lo que estaba más presente en ese momento: era una sensación de paz, alegría y responsabilidad de poder hacer una digna presentación artística, pues en él llevaba la voz de muchos colegas músicos que le mandaron mensajes previos y una larga lista de peticiones que tenía el compromiso moral de entregarle a la Virgen para que ella las llevara a su hijo Jesucristo.
“No sé si me entienden, pero en esos 3:43 minutos que dura la canción éramos solo ella y yo; el resto desapareció. Al terminar solo le dije: ‘GRACIAS, POR TANTO, la homenajeada sos vos y el regalo me lo disté vos a mí’”.
Sin duda, esa noche quedará en la mente y en el corazón de este soñador, que una vez más ve cómo su lema cobra fuerza y sentido: “Nunca dejes de soñar, porque los sueños sí se hacen realidad”.
Equipo de Redacción
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