Mis estimados y fieles lectores:
Hemos concluido un año más inmersos en la compañía mutua que nos brindamos. Este reflexivo director siempre agradecido con vuestros ojos atentos a estas desprolijas líneas que pretenden ser una editorial, no siempre se logra pero el intento y el corazón siempre están.
En esta edición, no voy a hacer un “refrito” sobre el dios romano Jano -con sus comienzos y finales-, como supe hacer alguna vez para estas fechas tan festivas sino que, pretendo ir un poco más profundo e invitarlos a reflexionar un poco sobre el cerrar ciclos, el famoso “dar vuelta la página”. Claro, este “reflexivamente insoportable” director quiere atender un poco más al final del año que estamos dejando atrás que al recién nacido.
Los adeptos a la filosofía Budista bien lo saben; practicar el desapego es una disciplina para nada fácil y, al principio, puede resultar dolorosa y hasta antipática. Sepa mi querido lector que una vez que le agarra el gustito se vuelve una hermosa costumbre. Se trata de honrar, en este caso, el año que se termina y terminar, justamente, con las cosas que, por algún motivo, seguimos cargando en nuestras espaldas. Se trata de deshacerse de mochilas cargadas de piedras y ganar esa sensación de liviandad para poder avanzar más pronto en nuestro crecimiento interno.
El término acuñado por la sapiencia popular, el famoso y mencionado anteriormente en esta, su editorial: “dar vuelta la página” nos lleva a eso, a cerrar un ciclio, cualquiera sea, para poder seguir adelante sin quedarse atrapado en el pasado, o mejor dicho, continuar arrastrando una piedra innecesariamente. Si, entiendo que la imagen mental del último ejemplo puede ser un poco cruda. Es la idea.
Esto es más fácil verlo con las relaciones interpersonales, es casi inevitable caer en las relaciones de pareja o cuando desencarna un ser querido. ¿Cuántas veces nos ha pasado de forzar relaciones cuando en el fondo de nuestro corazón donde encontramos nuestra sinceridad más pura sabemos que ya no funciona? Terminamos “arrastrando” la relación día tras día con la infantil idea de que todo se resolverá mágicamente.
Disculpe querido lector si discrepa conmigo pero soy de los que piensan que las relaciones no hay que forzarlas, funcionan o no. Punto. Y a esto me refiero cuando digo que es necesario dar vuelta la página, hay que dejar ir y continuar. Alguna vez toqué este tema en estas profundas editoriales, donde cuento que la gente viene a pasar un rato de su vida a nuestro lado. Ese rato, a veces, dura una gran parte de nuestra vida y otras tantas dura bastante menos.
Está bien. Es normal. Es así. No creo que sea una buena idea forzar algo cuando el tiempo de estar con nosotros ya se terminó. No es ni bueno ni malo. No es ni alegre ni triste. Simplemente es. Debemos aceptarlo con buena gana, desear un feliz resto del viaje, capitalizar lo que hemos aprendido y seguir adelante.
Pero, ¿Usted Sr. Director se enfocó en las parejas? ¿Tiene algún problema? No mi atento y ávido lector, ahora voy a desarrollar un poco el otro ejemplo que les presenté. A veces dejamos de compartir el mismo camino – o uno parecido – de una manera, si se quiere, un poco más radical, más abrupta. Es doloroso, claro. Yo lo he vivido de cerca. Por eso traigo esto sobre el tapete. La manera más sana, a mi juicio, es dejarlos ir en paz y con alegría, lejos el egoísmo que podemos tener que nos hace ciegos y mirar sólo nuestro interés cuando decimos: “No puedo soportar que te hayas ido, quiero que estés aquí conmigo”. Es simplemente dejar abierta una herida, no soltar esa carga, no permitir que quien desencarnó trascienda y siga creciendo.
Aceptar de buen modo cualquier ruptura en un camino transitado por dos, es un acto de amor y generosidad enorme y hermoso. Es un “ganamos todos”, no cargo con peso extra en mi espalda, no le “transfiero” ese peso al otro. Y, por el contrario, genero un ambiente amoroso que nos llena de luz.
No quiero extenderme mucho en esta editorial, ya se estaría convirtiendo en un artículo y, por el momento, no es la idea.
Como palabras finales quisiera que mediten estas desprolijas líneas, que las lean con el corazón.
Recuerden que tenemos la obligación de ser felices y, ya que estamos, de apagar la TV. (Eso es felicidad extra)
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde Argentina
Ignacio Bucsinszky
Este artículo esta publicado en el boletín digital, número 38, que corresponde al mes de Enero de 2023.