
Si bien sabíamos de su delicado estado de salud, la partida de Francisco a la Casa del Padre nos tomó de sorpresa. Al conocer la noticia, en la madrugada del lunes 21 de abril, hizo que nos invadieran sentimientos diversos: tristeza por la partida, alegría de su pascua terrenal, esperanza de que siga acompañando a la Iglesia, a su gente, y también a su querida Argentina.
Ha muerto el GRAN LIDER espiritual de la edad moderna. Para quienes tuvimos el honor y la gracia de conocerlo y recibir siempre su afecto no dejó de impresionarnos que Francisco nunca dejó de ser el Bergoglio que conocimos. El pastor de una acción pastoral inagotable, de un compromiso inclaudicable con los sectores más humildes, el Pastor sencillo -siempre pastor-, muy inteligente, un “trabajador de la fe incansable”, que buscó el encuentro con el otro y con los otros, que alentaba a que se pensaran “proyectos” para una sociedad más justa, para una Iglesia más encarnada en el Evangelio. Un Pastor coherente, austero, entregado, capaz de darse por entero porque sabía que era la voz más potente de los pobres y abandonados de esta tierra.
Me impresionaba que, cuando le escribía al papa, recibía una respuesta manuscrita en horas y que en los encuentros disfrutaba recordar sus días en la Argentina, hablar de futbol, de la gente o abordar temas más relevantes con orientaciones que comprometían. Eso sin olvidar ni el nombre de mis hijos o interesarse por ellos… Tenía tiempo para todo y nunca supe como lo lograba, pero es real que hasta su internación trabajaba “de Papa” más de 16 horas por día cada día de la semana.
Hasta su último día, el Domingo de Pascua, desarrolló su labor: la religiosa con la Bendición Urbi et Orbi, la pastoral recorriendo con el papamóvil la Plaza de San Pedro para estar cerca de su gente, y la de jefe de estado recibiendo al Vicepresidente de EE.UU., DJ Vance. Todo en su última mañana con nosotros.
Para muchos Francisco es el “Papa de los Gestos”, para los italianos “era un hombre como nosotros vestido de Papa”. El que tomaba un mate que le convidaban o le regalaba un caramelo a un niño… Pero también el que entendió la alegría del Evangelio y la necesidad de que la humanidad cuidara la Casa Común y no cayera en el “pecado ecológico”. El papa que no se cansó de crear Puentes de Paz con una acción clara en la búsqueda de la PAZ siempre con una prédica que no se centraba en los poderes del mundo sino en mostrar la crudeza de la guerra y el dolor sus víctimas inocentes.
Comprendió que la mujer tenía que tener un rol importante en la vida de la Iglesia y les dio tareas de responsabilidad como nunca antes en la Iglesia. Ayudó que la Curia Romana fuera un espacio de colaboración de las iglesias locales y no un organismo controlador de ellas. Su acción pastoral permitió a la Iglesia recuperar un lugar en la agenda del mundo llamando a “hacer lio” y a entender que hoy la Iglesia es “un hospital de campaña que tiene que recibir a todos sin excluir a nadie”. Recordando que desde la sinodalidad debemos transmitir el Evangelio sin matices ni chicanas.
Lo definió bien el Cardenal Víctor Fernández cuando dijo que Francisco tenía “una valentía a prueba de balas que le permitía decir lo que los políticos callan” y también “un poeta, que con gestos y pocas palabras resumía lo que otros no pueden expresar con largas elucubraciones”. Un papa que vio en el Movimiento Pontificio Scholas un espacio para que los jóvenes desarrollaran procesos educativos nuevos desde el arte, el deporte y la cultura.
El Velatorio público, la Misa Exequial, el traslado del féretro en el Papamóvil -por pedido suyo- y su inhumación en Santa María la Mayor rodeado de cientos de miles de fieles emocionados junto a los líderes del mundo fueron reflejos del mundo donde los grandes y pequeños, poderosos y pobres, sintieron que se iba el papa de la Misericordia, el papa de la Alegría. O como dijo el emocionado Cardenal Giovanni Battista Re fue “un papa en medio de la gente con corazón abierto hacia todos. Un papa que prestó atención a lo que de nuevo emergía en la sociedad y a lo que el Espíritu Santo suscitaba en la Iglesia”.
Hoy una sencilla tumba guarda sus restos con tierra de Liguria, la tierra de las raíces de la familia de Francisco. Una única inscripción con el nombre del Papa, FRANCISCUS, y la reproducción de su Cruz Pectoral. Todo muy sencillo… Y una rosa blanca símbolo de la mística carmelita francesa, Santa Teresita de Lisieux, por la cual Francisco tenía una devoción especial.
Su legado es un desafío para la Iglesia y para la humanidad porque Francisco nos enseña que si no descubrimos la cultura del encuentro y la fraternidad universal no tendremos un futuro de esperanza y Él siempre ayudó a buscar la Esperanza. Su último tránsito en el Papamóvil mostró al mundo lo que había enseñado una semana antes: “la muerte no es el fin, es el principio”. No podemos defraudarlo, no debemos defraudarlo. Por eso con el Cardenal Re decimos: “Querido Papa Francisco, siempre nos pediste que recemos por vos. Te pedimos ahora que reces por nosotros y que, desde el cielo, bendigas a la Iglesia, bendigas a Roma, bendigas al mundo entero”







Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde Argentina
Tito Garabal
-Este artículo está publicado en el dossier, edición especial, Papa Francisco, suplemento del boletín digital, número 66, que corresponde al mes de mayo de 2025.