
El papa polaco llegó un 6 de abril a la Argentina y se marchó seis días después. Fue el único sumo pontífice que estuvo en nuestro país. Y lo sigue siendo aún después de haber tenido un papa argentino en la sede de Roma. Había estado antes en suelo argentino durante 30 horas: fue en 1982, dos días antes de firmarse la rendición en Malvinas.
Ya en visita oficial – en cambio – su viaje apostólico de 1987 comprendió seis fructíferas, aunque agotadoras jornadas durante las que visitó 10 provincias y pronunció un total de 26 discursos, reuniéndose con representantes del mundo de la política, de la economía, el trabajo, la cultura y las artes. Fue verdaderamente una visita histórica.
Su despedida tuvo lugar en la Avda. 9 de Julio de la ciudad de Buenos Aires. Allí, ante más de un millón de personas que lo aclamaban con verdadera devoción, celebró la S. Misa para el cierre de la Jornada Mundial de la Juventud y misa de Ramos con la imagen auténtica de la Virgen de Luján en el altar. Estuve allí. Fue la primera vez que un Papa no celebraba misa del domingo de Ramos en el Vaticano.
Durante su mensaje pronunció una frase que marcaría un hito fundamental para la Iglesia en Argentina: “Iglesia Argentina, levántate y anda” en directa alusión al evangelio de Mateo 4, 16: “Levántate y anda”.
“Levántate y anda” (Mt 4, 16)
Sus palabras textuales (reitero: yo estuve allí; yo lo escuché) dichas al viento con esa voz única fuerte e inconfundible que procede de la certeza absoluta de una fe vivida y encarnada, de, la inspiración del Espíritu Santo y la autoridad plena de su ministerio petrino en el contexto del evangelio incluido en dicho mensaje a los jóvenes fueron luego interpretadas por los obispos argentinos en posterior documento del mes de mayo de aquel año incorporando la expresión “resplandece”.
Sin embargo, la referencia a la Iglesia argentina que el papa polaco hacía era precisa, directa y concreta: el silogismo ser remataba a sí mismo de manera contundente: Iglesia Argentina si debes levantarte y caminar (al igual que Lázaro), será porque estás muerta y requieres de la acción de Jesucristo y de su gracia, gracia que administras en los sacramentos cada día hasta la consumación de los tiempos.
Un continente sin esperanza
Al dirigir aquellas palabras a los jóvenes como representantes de la múltiple realidad de la diversidad latinoamericana recordó el gesto que el 12 de octubre de 1984 había tenido de entregar a los Presidentes de las Conferencias Episcopales de este continente sendas reproducciones de aquella primera cruz, clavada en tierra americana buscando despertar la conciencia y mover a la acción misionera de una nueva evangelización, que demuestre la fuerza de la cruz en la renovación de todo hombre y de todas las realidades que forman parte de su existencia, inaugurando así un novenario de años preparativos a la celebración del Vto. centenario del descubrimiento, conquista y evangelización del nuevo mundo que realizaría posteriormente en Santo Domingo en 1992.
El papa Santo expresaba así a una misma voz con los jóvenes “¡América Latina: sé tú misma! Desde tu fidelidad a Cristo, resiste a quienes quieren ahogar tu vocación de esperanza”. Esa fidelidad a la única esperanza, que es la cruz de Cristo, es única y universal. Dios Padre, en efecto, quiso que en Cristo “habitase toda la plenitud. Y quiso también, por medio de Él, reconciliar consigo todas las cosas, tanto las de la tierra como las del cielo, pacificándolas por la sangre de su cruz” (Col 1, 19-20).
América Latina es, pues, en la cabeza y el corazón de Juan Pablo II un continente que ve en la cruz del Señor la potencia redentora capaz de renovarlo todo; un verdadero “continente de la esperanza”. Tal el mensaje del Magno pontífice en aquel ya lejano 1987.
“Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en Él”
Si se contrastan los documentos de la S. Sede y de la Conferencia Episcopal Argentina sobre aquel mensaje veremos que ambos difieren, en una palabra: “anda / levántate” (en el caso del documento de la Santa Sede) y “resplandece” en el caso del documento de la Conferencia Episcopal Argentina que los Obispos, un mes después de la visita del Santo Padre, “interpretan” (del mismo modo que observar y miden la pobreza con algunos gobiernos en particular, y no con otros…) De todas formas, da igual: los obispos argentinos miraban al papa Magno en aquel 1987 con la misma cara con la que obispos y cardenales miraban sin mirar, y escuchaban sin escuchar al mismísimo papa Ratzinger (el anterior pontífice, por si algunos siguen apresurados en olvidarlo) abdicar con miradas perdidas, oídos apagados y atención ida. De no haber sido por una periodista italiana que se encontraba en el lugar (y que además dominaba perfectamente el latín) podrían seguir aún allí sentados, pensando en vaya uno a saber qué cosa; o quizás…lo mejor sea no indagar demasiado en sus cabezas principescas y purpuradas.
El Papa del Fin del mundo
Debe el mundo saber que muy tristemente, durante el pontificado de “FRANCISCO” debía buscarse en las parroquias de la Argentina con lupa de varias dioptrías una foto de “FRANCISCO”, que debía ponerse finísima atención en las homilías de los domingos para escuchar algún celebrante hacer una referencia a sus enseñanzas, y que resultaba notable que en las iglesias de la archidiócesis de la Ciudad de la que Bergoglio había sido Arzobispo, aquella sinodalidad convocada desde un “hacer lío” deseado para aspirar a una Iglesia en salida, que supiera “callejear la fe” simplemente no era realidad.
Tampoco se hablaba de “FRANCISCO” ni de sus enseñanzas en las escuelas católicas ni en las aulas con los estudiantes, ni en los claustros docentes. Ni una sola batalla se libró en pos del buen combate contra la ideología de género, contra la ideología destructiva de los diseños curriculares que emanan desde las cocinas el odio y del desprecio regado por la corrupción grotesca de los ignorantes de turno que – seguramente bautizados – ocupan cargos de ministros y de secretarios de educación en cada una de las provincias de la Argentina. Sólo silencio: cómplice o cobarde. Silencio de los religiosos, silencio de los laicos que ocupan por décadas los escritorios de la gerencia de la fe.
IGLESIA “WOKISTA” ARGENTINA: LEVÁNTATE y CAMINA
La Iglesia Argentina cancela, hiere, lastima. Provoca dolor, ahuyenta, desprecia y pone en huida decidiendo “quién sí y quién NO”; en realidad más bien quién NO, como en el caso de quien esto escribe, o como las recientes cancelaciones al director este medio, siempre generoso – y al extremo – desde el minuto uno de su existencia, proveyendo gratuitamente de contenidos a cuanto medio de comunicación lo requiera.
Muchas veces pienso que si san Juan Pablo II pronunciara hoy nuevamente aquel mensaje de 1987 hubiese agregado la expresión “wokiana” a su mensaje: Iglesia wokiana ARGENTINA: ¡levántate y camina!
Iglesia Argentina: No canceles, Iglesia Argentina: habla de tu papa, no lo escondas. Celebra la alegría de tener un papa, connacional, un papa argentino. Déjalo ser papa si estás convencida plenamente de cuanto propone (NO en materia de fe y de doctrina, que ni siquiera es motivo de este artículo, “Primerea” (parafraseando a “FRANCISCO”) tú con humildad y sano orgullo al resto de las naciones hispanoamericanas en el dar a conocer sus enseñanzas; Sé tú la primera Iglesia en rezar, en acoger, en salir al encuentro del otro. Que no debamos ver con dolor cómo los católicos del mundo entero hablan de él, de sus encíclicas… menos tú.
Una Argentina sin reconciliación
Confieso que el día en que Jorge Mario Bergoglio fue elegido papa, lo deseé. Lo creí posible. Lo soñé. Pero no llegué a verlo. Una vez más, el odio pudo más que la reconciliación, la división pudo más que la unidad. Cristina Fernández de Kirchner me “primereó” llamándolo “querido Pancho”, y el papa Bergoglio “primereó” mi ilusión de verlo venir a la ARGENTINA y de ir a verlo y escucharlo con la misma devoción con que escuché en aquel ya lejano 1987 a san Juan Pablo II.
Doblegó absolutamente mi ilusión ver al asesino dictador de NICOLÁS MADURO con su frente bendecida, ver reír grotescamente a carcajadas a la dos veces condenada por ladrona Presidente de la Nación Argentina, me venció el silencio de ROMA ante el secuestro de MONSEÑOR ÁLVAREZ en Nicaragua a manos de la cruenta brutal y sanguinaria dictadura ORTEGA MURILLO, me venció el silencio de las congregaciones religiosas abandonando ese país en medio del silencio atroz de ROMA.
Me venció una y mil veces la Vicaría de la Educación de la archidiócesis de Buenos Aires, cansado de buscar y de no encontrar ni una sola publicación (en 30 años de existencia) que oriente en su vocación de educar a los educadores católicos (no la hay, no las busquen) preparándolos para tiempos de persecución. Me venció el silencio ante el aborto. Me vencieron los pontificios observatorios de deudas sociales; me venció el artífice de la “ocurrencia más escolar” que hubiese podido crear alguien, a quien todo la archidiócesis conoce muy – y un servidor también – por los estropicios de toda índole realizados a su paso por el lugar del servicio cristiano al bien común.
En definitiva: me venció la hipocresía que cancela, como a quien esto escribe y al director en jefe de este medio, ambos combatidos con el odio y la ignorancia, que bajo una capa de admiración pasajera que nunca existió hoy se arrogan el derecho a seguir cancelando por lo bajo y sin razones, y que ahora paladines de un amor que jamás sintieron ni profesaron, abrazan al papa Bergoglio como si siempre lo hubieran querido cuando en realidad se reían con sus comentarios acerca el “gas pimienta” y sus silencios cuando toleraban que se hiciera la señal del principal movimiento político que llevó a la ruina a este país, o bien entonaran su marcha.
Al momento en que escribo esto, lo único que sigue resplandeciendo son los fogonazos de odio y destrucción de los misiles que siguen cayendo sobre Kiev, capital de UCRANIA.

Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde Argentina
Julio Roberto Montaron
Este artículo está publicado en el boletín digital, número 66, que corresponde al mes de mayo de 2025.