
Falleció el lunes 16 de septiembre de 2016 y lo recuerdo como un hombre cuya presencia imponía respeto sin necesidad de demostrar autoridad. Desde joven, su convicción católica y su rigor intelectual marcaron cada uno de sus pasos, siempre comprometido con la fe y la cultura. Su claridad y lucidez lo distinguían, tanto en el mundo académico como en los medios de comunicación, y su voz transmitía una pasión que era imposible ignorar.
Fue miembro destacado de la Academia Nacional de la Historia desde 1989 y autor de numerosos libros donde resaltó la contribución de los laicos católicos a la sociedad argentina. Su dedicación al rescate y organización de documentos históricos del Episcopado argentino dejó un legado invaluable, aunque no pudo concluir todos los proyectos por falta de financiamiento.
Trabajé de cerca con él y pude ver su coherencia entre lo que decía y lo que hacía. Durante años compartimos instancias en congresos, conferencias y programas de radio. Su transparencia y honestidad eran impresionantes: nunca había caretas ni dobleces, solo una entrega absoluta a la educación y al servicio de la verdad. Me honró acreditarnos como medio exclusivo para cubrir un importante congreso sobre educación, comunidad, política y fe cristiana, y desde ese momento surgió una amistad profunda que trascendió lo profesional.
Fue un docente incansable. Enseñó en universidades nacionales y privadas, participó en cátedras, diplomaturas y conferencias, siempre transmitiendo sus conocimientos con entusiasmo y claridad. Su vocación al apostolado y su celo por difundir los principios católicos eran evidentes en cada clase y charla, y su compromiso con la cultura y la historia se extendía a la organización de ateneos, revistas y centros de estudio que promovían la formación de jóvenes líderes con pensamiento cristiano.
Su vida profesional incluyó puestos de relevancia en bibliotecas, ministerios y organismos de investigación como CONICET, donde dirigió tesis, evaluó proyectos y asesoró a generaciones de investigadores. Cada tarea la abordaba con minuciosidad y respeto por el conocimiento. Al mismo tiempo, su trato era cercano, amigable y generoso. Su sonrisa franca y su disposición para escuchar hacían sentir a todos en su presencia valorados y comprendidos.
En lo personal, fue un hombre sencillo, correcto y abierto, cuya casa y su palabra siempre estaban disponibles para quienes buscaban consejo o guía. Su fe era sólida, su convicción firme y su vida un ejemplo de coherencia entre pensamiento, acción y valores.
Fue el tercer miembro de la comisión asesora interdisciplinaria de nuestra productora, cuando la formamos en diciembre de 1999. En noviembre de 2009, cuando cumplió sus primeros diez años de vida, decidimos honrar y reconocer la labor de muchos profesionales de medios de comunicación y de educación dándoles el título de “Miembro de Honor”, siendo uno de nuestros agraciados. Su participación reflejó siempre su compromiso, generosidad y apoyo constante a los emprendimientos que promovíamos.
El Dr. Néstor Tomás Auza partió dejando un vacío profundo, pero también un legado de sabiduría, entrega y honestidad que seguirá inspirando a quienes tuvimos la fortuna de conocerlo. Su memoria permanece viva en cada enseñanza, en cada historia compartida y en cada proyecto que su ejemplo ayudó a sostener.
Alfredo Musante Martínez
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