Hubo un tiempo no tan lejano en el que “al son del gong” que identificaba la señal distintiva de las radios argentinas ó bien a continuación del característico “top” (una sucesión de seis pitidos seguidos indicaban la hora, y tres la media hora) cada estación “daba al aire” las noticias del informativo, generalmente elaboradas y redactadas por el propio servicio informativo de cada emisora.
Además, no solamente la identificación de cada emisora, ó su jingle ó la señal horaria daban vida al inminente informativo, sino que la voz de cada uno de los locutores que leían las noticias también se identificaban con la emisora: tal ó cual voz – de alguna manera – sólo podía escucharse en tal ó cual emisora. O dicho de otro modo, si al cambiar de dial a la hora ó a la media hora la voz que se escuchaba dando el informativo era de determinado locutor/a, sólo podía estar escuchándose determinado estación de radio.
Aún más allá de lo dicho, se generaba en el oyente un grado de vivencia expectante ante la inminencia del informativo, de su locutor, de las noticias que iban a comunicarse, y del conjunto completo de unos 5 ó 6 minutos en total que podía durar ése lapso de tiempo descripto, entre “gongs, pitidos, jingles y noticias” emitidas al aire.
Ser capaz de generar esa expectativa en el oyente; lograr que cada media / una hora la audiencia subiera el volumen del receptor “para escuchar mejor el noticiero”, ó inclusive encendiera la radio al solo efecto de escuchar las noticias era una de las claves del éxito radial de cada emisora, del prestigio de sus años al aire y de presencia “en el dial”, y por supuesto de la calidad de sus locutores.
Además, por supuesto, estaba el contenido propio de la noticia que se comunicaba; la contundencia del hecho acontecido, el impacto que la noticia comunicada producía, su resonancia, repercusiones etc, etc…
Hubo un tiempo en el que la realidad, el acontecimiento y su registro en forma de noticia, la redacción de la misma, su formulación atendiendo el estilo propio de cada servicio informativo, la preparación del texto que habría de ser emitido” al aire y – finalmente – su emisión; todo ello constituía un verdadero placer a los sentidos y hacía honor a las inteligencias. Verdaderamente, se disfrutaba del estar informado “del acontecer nacional e internacional” al escuchar el “informativo” ó el “panorama de noticias” de cada emisora.
Hay un tiempo -incandescentemente inmediato y actual- que es el hoy, en el que debemos necesariamente entender, distinguir y separar (como la paja del trigo) las “fake news” ó falsas noticias, de las que no lo son.
Hay un tiempo (hoy) en el que existen inclusive medios de comunicación pensados para desinformar, para informar falsamente, para confundir ó para servir a intereses de cualquier índole, salvo la verdad. Muchos lo llaman con la astucia propia del malo e ignorante “periodismo militante”.
Yo lo llamo de manera más simple: periodismo basura. Y me sigo quedando con las frases de mi abuela uruguaya: “¡…ahora batuque bajamos un poquito la voz y subimos el volumen de la radio que vienen las noticias y las quiero escuchar, por favor!
Corría el año 1972… Acababa de darse la noticia de la desaparición (y presumible caída) de un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya que transportaba una delegación de jóvenes jugadores de rugby que viajaban junto a familiares a Santiago de Chile a disputar un partido amistoso.
Hasta nuestra próxima proyección radial.
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde Argentina
Julio Roberto Montaron
Este artículo esta publicado en el boletín digital, número 36, que corresponde al mes de Noviembre de 2022.