La comunidad más importante y de la que tenemos más información es de la de Jerusalén, en efecto, los discípulos más inmediatos de Jesús, tras la muerte del Maestro. Muy pronto esta comunidad de Jerusalén se desdobló en dos. Había dos grupos entre los seguidores de Jesús: Los hebreos, de cultura semítica y habla aramea, y los helenistas, más helenizados que hablaban en griego. En la Iglesia de Jerusalén encontramos muy pronto dos comunidades en comunión entre ellas, pero cultural y teológicamente diferenciadas. Debido a la necesidad de comunicación, se forman las comunidades, aquellas según los intereses de un grupo de personas, por ejemplo, las iglesias que impulsan a los creyentes de la religión católica y apostólica, forman una asociación para hacer devoción a los patronos que los lideraban.
Desde ese entonces las comunidades han pasado por cambios, transformaciones y evoluciones que hasta nuestros días nos dan la oportunidad de darnos cuenta que son comunidades vivas, donde los conflictos y diferencias, a veces impiden ponerse de acuerdo. Un dato interesante de aquellas comunidades: El silencio que se impone a las mujeres (1 Tm 2,12) entra en contradicción con Pablo, que les permitía profetizar en las asambleas comunitarias (1 Cor 11, 2-16); en ese momento se introduce el comentario de 1 Cor 14, 33b-35 («las mujeres cállense en las asambleas…») En nuestros tiempos lo anterior resulta impensable y agresivo ¡Qué bueno que esto se ha modificado! Las comunidades cristianas han cambiado de acuerdo a los tiempos y costumbres. No cabe duda que estamos descubriendo una nueva forma de hacer comunidad, la que podríamos definir como comunidad virtual impulsada por la pandemia.
Presencia desde las pantallas, aprendizaje desde nuestros dispositivos y llegando a un alcance jamás imaginado, pero también con una enorme desventaja la cual no debemos dejar de observar: “Estamos viviendo en comunidades sin contacto, aisladas”. Si bien es cierto, hay enormes ventajas, pero también domina lo impersonal, estamos todos en la red y nadie en la realidad. Así son las reuniones por Zoom, transmisiones de Facebook, congresos virtuales y demás modalidades. Avances tecnológicos que reconocemos como progreso de la humanidad, pero esto también lleva sus pérdidas, porque nos estamos confinando, anclados a nuestras computadoras y dispositivos, solo moviendo los dedos, a veces ni eso, porque en algunos casos el teclado se activa automáticamente con el dictado.
Es una realidad: Misas on line, sacramentos a distancia, homilías en podcast, estamos entrando a las nuevas comunidades digitales, es inevitable, estaremos conectados, pero aislados. Las comunidades cristianas evolucionan y adaptarnos dependerá de nuestra responsabilidad, creatividad y exigencia para nuestra fidelidad.
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde México
Rafael Salomón
-Este artículo esta publicado en el boletín digital, número 42, que corresponde al mes de Mayo de 2023.